jueves, 17 de octubre de 2013

Basil Poledouris (Compositor)

Basil Poledouris

Basilis Konstantine Poledouris, Kansas 1945, Los Ángeles 2006 (EEUU).

Basil Poledouris fue un compositor norteamericano de ascendencia griega que destacó por sus creaciones de corte épico.
Parece ser que los causantes de que nuestro autor se dedicara a la música fueron, por un lado, la música sacra, ya que, debido a la procedencia griega de sus padres, Poledouris, solía pasar mucho tiempo junto a sus progenitores en los actos litúrgicos de la iglesia ortodoxa a la que pertenecían.
Por otro, tenemos la influencia ejercida en su infancia por las obras de uno de esos grandes genios de la composición cinematográfica, el húngaro Miklos Rotza, gran maestro cuyas melodías marcarían aquellos años de niñez y juventud de nuestro autor gracias a los acompañamientos de filmes como “Quo vadis”, “Ivanhoe”, “Ben-Hur”,…

Al igual que hemos visto con otros compositores anteriormente, su relación con la música se inicia de manera temprana, ya a los 7 años comienza a recibir clases de piano, en secundaria entra a formar parte como componente de un grupo folk para, finalmente, terminar realizando estudios de cine y música en la Universidad del Sur de California. Periodo en el que establece contacto con dos afamados directores con los que mantendrá posteriormente una muy buena relación afectiva y laboral, John Milius y Randal Kleiser.

Es precisamente en esos años como universitario, cuando Poledouris comienza a familiarizarse con la composición de bandas sonoras, realizando sus primeros trabajos para algunos cortometrajes. Algunos de los cuales se conservan hoy en día en los archivos de la universidad.

Una vez finalizados estos, mantendrá la relación con sus dos compañeros de universidad, nóveles directores que empiezan a abrirse camino en este duro oficio.
De esta manera, nuestro compositor se estrena en 1970 escribiendo la que es su primera obra larga en un film. Trabajo que también será el primer largo como director de su amigo John Milius, “The Reversal of Richard Sun”.

Pero aunque sus primeras obras van de la mano de Milius y otros directores, su primera composición reseñable es la que acompaña a la película de su otro amigo de estudios, Randal Kleiser. Quien reclama su colaboración para la melosa cinta “El lago azul”. Film en el que la actriz protagonista, una joven de 15 años, Brooke Shield, nos mostraba sus encantos adolescentes y proporcionada belleza; algo que no le servía de mucho para su valoración interpretativa, ya que su papel, tan sólo le valdría para alzarse con el Razzie a peor actriz del año.
Sin embargo, Poledouris brilla con vida propia, logrando crear un hermoso score de corte romántico. Gran trabajo con el que acompaña, hábilmente, las mediocres interpretaciones de los jóvenes protagonistas.

No es hasta dos años más tarde cuando la obra de Poledouris logra hacerse un hueco en la historia del cine. Curiosamente, lo hace de la mano de su otro amigo director y ex-compañero universitario, John Millius. Y en esta ocasión, lo hará en una película que se ha convertido en todo un clásico de aventuras fantástico medievales, “Conan, el bárbaro” (1982).
Película que cuenta con la peculiaridad de haber sido rodada casi íntegramente en España. Además, de lograr un dispar resultado en sus galardones, al lograr el Globo de Oro a nueva estrella del año del cine gracias a la interpretación de Sandahl Bergman y su andrógina belleza, y a su vez, el Razzie a peor actor conseguido por el titán austriaco, Arnold Schwarzenegger.
He de reconocer que, en su momento, disfruté como un enano con las aventuras del forzudo guerrero y sus singulares acompañantes, y por extensión, de la fantástica banda sonora compuesta por nuestro autor de hoy, Basil Poledouris. Quien logra crear un magistral score de sobria y deslumbrante épica. Obra de la que no pocos entendidos en la materia tildan de ser la mejor banda sonora de la historia del cine y en la que podemos observar la influencia de Rotza.
A mí humilde entender, no creo que llegue a tanto. Y aunque sí reconozco que es una obra maestra, me cuidaría mucho en decir que es la mejor de todas, ni tan siquiera, que pudiera estar entre las diez mejores. Lógicamente, los gustos de cada uno son personales y tenemos libertad para hacer nuestra propia clasificación, algo que a este servidor no le llama mucho la atención, ya que el resultado de las listas puede llegar a ser tan subjetivo como el estado emocional en el que se encuentre uno a la hora de realizar la lista, u otros factores que no mencionaré para no salirnos del tema que aquí nos trae.
En lo que creo que todos estaremos de acuerdo, es que, “Conan, el bárbaro”, es la obra más redonda de Poledouris.

Lógicamente, la carrera de nuestro autor saldrá relanzada tras esta loable colaboración, volviendo a trabajar en el siguiente capítulo de la saga del bárbaro: “Conan, el destructor” en 1984. Película en la que su amigo Milius será sustituido por el director Richard Fleischer. Y, aunque Poledouris mantiene el alto nivel que lo caracteriza, no ocurre lo mismo con el film, en el que una vez perdido el factor sorpresa, pierde bastantes enteros.

Continuando con la carrera de Poledouris, quien sigue con sus incondicionales colaboraciones para sus viejos camaradas. 1985 será el año en que aparezca un nuevo director en la vida de nuestro compositor. Director que logra robar parte de protagonismo a sus veteranos colegas. Este no es otro que el holandés Paul Verhoeven, quien en su primer trabajo en los Estados Unidos, “Los señores del acero” (1985), pide la colaboración de Poledouris para la realización de la banda sonora de su película.
Lógicamente, el director conocía el trabajo del greco-americano en “Conan” y como el film del holandés tenía una temática de aventura medieval similar al de la saga del bárbaro, jugaba sobre seguro.
En ella, Poledouris, da nuevamente muestras de su gran capacidad para la composición en este tipo de filmes de aventuras y crea una banda sonora cargada con sus característicos tonos épicos.
Esta primera colaboración dará lugar a una de esas curiosas relaciones director-compositor, que traerá como resultado un buen puñado de grandes trabajos por parte de nuestro compositor, y en los que el director, requerirá de un elevado componente épico para sus acompañamientos musicales.

Con nuestro autor en plena carrera ascendente y una clara tendencia hacia obras donde se requiere un ambiente épico. Nos encontramos con un  Basil Poledouris versátil, que no descarta abandonar su talante sinfónico por otro más electrónico cuando lo considera oportuno, así como componer un buen tema romántico si tiene cabida en la obra (film o tele-film) al que acompañe.
Claro ejemplo de ello lo tenemos en la miniserie “Amerika” (Donald Wrye, 1987). Serie de ficción en la que los EEUU eran invadidos por los soviéticos en plena guerra fría y para la que Poledouris escribe una obra en la que combina melodías épicas con otras dramáticas, más algunos bellos temas románticos como este: “The Meaning”.

1987 será el año de “Robocop”, en él vuelve a trabajar con el neerlandés Paul Verhoeven. Y nada mejor que los consabidos tonos heroicos de nuestro compositor para acompañar a este híbrido policial.
Poledouris vuelve a las andadas y crea un tema principal de gran fuerza con su característico sonido sinfónico y protagonismo de los instrumentos de viento.
En cuanto al film, bueno, aquel que le guste ver coches explotando, destrozar edificios a base de ráfagas de proyectiles, etcétera, etcétera, tendrá mejor concepto de la película que un servidor.

1989 nos dejará con dos grandes trabajos. Por un lado tenemos un intenso score para un film de aventuras que se desarrolla en la Segunda Guerra Mundial: “Adiós al rey”. De nuevo a las órdenes de su amigo Milius, Nick Nolte interpretará el papel de un soldado americano que, tras fugarse de las tropas japonesas, se adentra en la selva de Borneo para terminar convertido en el rey de una recóndita tribu indígena.
Poledouris crea una espectacular obra que contiene hermosos temas románticos en los que nos recuerda al gran John Barry, como por ejemplo este “The War Is Over”, y otros de corte más épico, como el fantástico “Battle Montage”.
Tras este, la única obra de nuestro autor por la que lograría un premio, ya que con el western televisivo, “Lonesome Dove”, conseguía el Emmy a mejor composición para miniserie en 1989.
No es que sea de sus mejores trabajos, pero al menos, consigue dar con su melodía la atmósfera de los grandes clásicos del western.

Esos mismos acordes son los que un año más tarde acompañan la banda sonora del otro western: “Un vaquero sin rumbo” (Simon Wincer, 1990). Score en los que introduce el sonido de algunos instrumentos típicos del oeste como el banjo, particular sonido que le sirve a nuestro autor para encuadrar el film en su género.
Del mismo año es la banda sonora del film de John McTiernan, “La caza del Octubre Rojo”. Película basada en la novela de Tom Clancy  y ambientada nuevamente en plena guerra fría. 
Film que narra las peripecias del agente especial de la CIA, Jack Ryan (Alex Baldwind), en su misión de descubrir las intenciones reales del mando soviético (Sean Connery), que está al mando del submarino nuclear que se dirige hacia la costa estadounidense.
Poledouris, compone una potente banda sonora en la que juega con la magnificencia de las voces y coros soviéticos, así como la música electrónica y, por supuesto, su épica sinfónica.

Pero el comienzo de la década de los noventa no será especialmente destacable y aunque compone algunas melodías para filmes que obtuvieron buenos resultados de taquilla, entre las que tenemos una nueva obra para su ex-compañero Randall Kleiser en 1991, “Colmillo Blanco”. U otras, como la segunda parte de la paródica saga “Hot Shot 2” (Jim Abrahams, 1993), la tercera entrega del policía robótico -tras su ausencia en la segunda-, “Robocop 3” (Fred Dekker, 1993) o la popular saga sobre las aventuras de la amistosa ballena asesina “¡Liberad a Willy!” (Simon Wincer, 1993) y su segunda parte  Liberad a Willy 2” (Dwight H. Little, 1995).
No será hasta finales de los noventa, en 1997, cuando nos vuelve a sorprender con una de sus composiciones más destacables. Y de nuevo lo hará de la mano del holandés Paul Verhoeven en: “Starship Troopers”.
De la película no tengo nada que añadir a lo que ya dijera en el apartado Ciencia Ficción. Pero en cuanto a la obra de Poledouris, nuestro autor vuelve a hacer de las suyas, y sin andarse con remilgos, va justo adonde quiere ir. Así, su poderosa composición inflama y te hace parecer grande. Es cierto que, en su exageración, Poledouris parece caer en la auto parodia. Pero no pienso que sea esa la intención ni del compositor, ni del director, quien en su faceta estadounidense desarrolla su particular visión de una distópica sociedad futura donde sólo existen dos clases bien diferenciadas y la violencia como única opción para equilibrar (por parte de los de abajo) o someter (por parte de los de arriba), y en el caso que nos trae aquí, no hay nada que haga suponer que se busque algo diferente.

Tras esta vendría la obra que marcaría el declive de nuestro compositor, “Los miserables” (Bille August, 1998). Para esta interesante adaptación de la obra del novelista francés Victor Hugo, Poledouris crea la que, algunos pensamos, fue su última gran obra. Sin un tema principal que destaque sobre el resto de la obra, nuestro autor crea una gran obra sinfónica con la que marca la existencia del miserable Jean Valjean (Liam Neeson) y los acontecimientos a los que se verá expuesto en la cruda Francia de principios del siglo XIX tras cometer el acto que cambiaría su existencia, robar unas hogazas de pan para dar de comer a unos pobres niños hambrientos.
Para tan trágica historia, Poledouris opta por realizar una obra marcadamente dramática y altamente emotiva, composición que se adapta como un guante a la adaptación que Bille August hace sobre la dura novela de Victor Hugo.

Tras esta, Poledouris no logra acertar en sus trabajos, componiendo para obras que no tienen mucho que ofrecer y que no consiguen ayudar para sacar a nuestro autor de la situación de falta de inspiración en la que se encuentra. De esta manera, realiza algunos trabajos para comedietas como: “Enróllatela como puedas” (Frederic Golchan, 1999), “Mickey ojos azules” (Kelly Makin, 1999) o “Cocodrilo Dundee en Los Ángeles” (Simon Wincer, 2001).
En sus últimos cuatro años de existencia, la vida de Poledouris se centra en una dura lucha contra un tumor cerebral que le vencería el 11 de noviembre de 2006. Pero, aun en ese estado, da muestras de su gran tesón y nos deja varios trabajos como la curiosa colaboración en la coproducción chino-taiwanesa “El secreto del talismán” (Peter Pau, 2002). Película de aventuras a la que nuestro compositor aplica un carácter mistico-épico, muy acorde con la temática del film, y a la que añade un fuerte componente étnico de música tradicional china.

Su último trabajo sería en el western “The Legend of Butch and Sundance” (Sergio Mimica-Gezzan) en 2004. Pero su última aparición en público la tendríamos en tierras hispanas, Ya que poco antes de su fallecimiento nos deleitaría con su obra en nuestro antiguo festival de música de cine de Úbeda (Jaén, España) –ahora trasladado a la califal ciudad de Córdoba- en julio de 2006.

Y es todo por hoy, espero que haya sido de vuestro agrado.


Un saludo.

lunes, 7 de octubre de 2013

Erich Wolfang Korngold (Compositor)

Erich Wolfgang Korngold

Brno (República Checa) 1897, Los Ángeles (Estados Unidos) 1957.

El que fuera niño prodigio austrohúngaro que no checo, al pertenecer en aquella época su ciudad de Brno al magno imperio centroeuropeo. Y quien, contando con unos muy prometedores inicios, compondría su primera obra a la corta edad de siete años para, posteriormente, estrenar el ballet “Der Schneemann” con tan solo 11. Logra escribir su primera partitura orquestal, la “Ouverture Schauspiel” cuando apenas contaba con 14 años.
Toda esta brillante precocidad, le llevaría a obtener el merecido reconocimiento de grandes compositores de la época como Gustav Mahler, Richard Strauss y Bruno Walter.
Pero tan prometedora promesa vería truncada su fulgurante proyección, al igual que la de muchos otros jóvenes prodigios, con su llegada a la edad adulta. Y, aunque crea grandes obras, como la opera de 1920 “Die tote Stadt” (“La ciudad muerta”), que terminaría siendo su mayor éxito en la “música seria”. Los acontecimientos geopolíticos de la convulsa Europa de principios y mediados del siglo XX, junto a cambios en los gustos musicales del público, darían al traste con la trayectoria de nuestro compositor.
Afortunadamente, su estilo tardoromántico y su gusto por los leitmotivs, sí tiene cabida es en la despuntante tecnología audiovisual de principio de los años treinta, el cine sonoro. Y es en ella donde logra hacerse un hueco entre la élite musical del momento para convertirse, junto a otros grandes maestros del séptimo arte (Max Steiner, Alfred Newman o Dimitri Tiomkin), en uno de los pioneros de la composición de aquellos inicios del cine sonoro de los grandes estudios estadounidenses.
Lamentablemente, esto lo llevaría a una dura confrontación con su padre, el reputado crítico musical Julius Korngold, quien consideraba que la incursión de su hijo en la música cinematográfica lo alejaba de sus grandes objetivos en la “música seria”.
Esta dura presión a la que lo somete su exigente padre, que ve como la genialidad de su hijo se está infrautilizando en pos de acompañar a este nuevo pero “menor” género artístico, es lo que condiciona a nuestro autor. Quien se verá lastrado a la hora de dedicarse con total determinación a la composición cinematográfica y, aunque da muestras de sus grandes dotes para este género, logrando en dos ocasiones el Oscar a mejor banda sonora, no remitirá en su esfuerzo por triunfar en la deseada “música seria” de su amado padre.

El gran culpable de la arribada al cine de Korngold no es otro que, el también austrohúngaro, el escenógrafo Max Reinhardt. Artista judío que, huyendo del creciente antisemitismo provocado por el avance del nazismo en su país, emigrará a los Estados Unidos para continuar con su carrera, arrastrando en su nueva etapa a nuestro compositor, al cual ofrece la tarea de realizar la banda sonora de su primer y único film en su país de acogida: “El sueño de una noche de verano” (1935). Para este proyecto, Korngold se encargará de adaptar la composición homónima de Mendelsshon. Tarea que realizará sin salir de su país de origen, desplazándose sólo las ocasiones necesarias para concretar los detalles de los arreglos del film.
No es hasta 1938, cuando las condiciones en Centroeuropa obligan a Korngold a abandonar su nación y asentarse en los Estados Unidos para poder continuar con su trabajo, pero de esto hablaremos con más detalle más adelante.

Pues pasemos ahora a desarrollar su obra para el Séptimo Arte. Magistral trabajo que será tomado como referente por la leyenda viva de la música cinematográfica, John Williams, autor que lo rescata del sueño de los justos cuando compone la genial melodía de “Star Wars” en 1977. En lo que es un claro y merecido homenaje al genio que puso melodía a la banda sonora de su infancia.

Vuelvo a resaltar, que es de lamentar el lastre ejercido por la influencia paterna, ya que condicionaría en exceso la producción de nuestro autor para el cine, quien a diferencia de los otros grandes coetáneos se labrarían una prolija carrera. Mientras tanto, Korngold, tan sólo nos deja con poco menos de una veintena de bandas sonoras originales, más algunas adaptaciones de grandes clásicos.
Así, entre las no originales, tenemos, además de la ya mencionada de Mendelsshon (“El sueño de una noche de verano”), otras como la de su última colaboración para el cine, el film de W. Dieterle: “Magic Fire” (1956), en la que adapta obras de Wagner.

Pero no nos demoremos más y pasemos a tratar sus creaciones para esos filmes sonoros de mediados del siglo XX, películas en las que Korngold destaca con las características fanfarrias que lo hicieron célebre, melodías que sirvieron de  acompañamiento a aquellas espectaculares cintas de aventuras de capa y espada, y donde, un galán de turno, Errol Flynn, nos daba muestras de sus grandes dotes para la esgrima.
Así, en 1935, lo vimos componiendo su primera banda sonora original para otro austrohúngaro emigrado, el reputado director, Michael Curtiz. Donde, en una de sus películas de aventuras navales, “Capitán Blood”, nos encontramos con el gallardo Errol Flynn endulzando la acepción “Pirata”.
Y, acompañando al joven justiciero, tenemos a un entusiasta Korngold quien, en su primer trabajo original para el cine, nos deja con esta gran composición cargada de romanticismo y épica.

No tendremos que esperar mucho para escuchar su siguiente gran trabajo “Caballero Adverse” (1936). De nuevo a las órdenes de Michael Curtiz y, aunque en esta ocasión cambiamos de galán, figura que recae en la persona del actor Fredric March, no ocurre lo mismo con la bella protagonista, que vuelve a ser la hermosa Olivia de Havilland.
Y Korngold, manteniéndose fiel al sinfonismo clásico, logra crear una brillante partitura de corte romántico, a la que añade la fuerza necesaria para aquellos momentos en los que la aventura lo requiere. Intensa y bella obra por la que lograría la primera de sus dos estatuillas del caballero de la espada (Oscar).

Y así con un Oscar en sus vitrinas y un padre contrariado, continua en la labor de componer para el cine en una Europa cada día más inestable. Saliendo de su mano nuevas melodías para otras obras de mayor o menor éxito, como el musical “Give Us This Night” (Alexander Hall, 1936), el drama de temática religiosa “Los verdes prados” (William Keighley y Marc Connelly, 1936) o dos filmes que, al contar con el galán Errol Flynn, obtendrían mejores resultados. Por un lado, el controvertido triángulo amoroso de “Otro amanecer” (1937) donde vuelve a trabajar con un viejo conocido, William Dieterle. Y sobre todo, la archiconocida primera versión cinematográfica de “Príncipe y mendigo” (William Keighley, 1937), en la que Korngold nos deja el bello tema romántico “Flirtation”.

Es en 1938 cuando, enfrascado en un nuevo proyecto de Michael Curtiz, decide ir a los Estados Unidos a ultimar detalles. Pero es durante esa improvisada estancia, cuando la situación en Europa se hace insostenible para él y decide quedarse en el Nuevo Continente.
El film en cuestión es la célebre película de Curtiz, que en esta ocasión trabaja junto a otro conocido director, William Keighley, sobre las aventuras del singular y bienhechor arquero del bosque de Sherwood, “Robin de los bosques”. Y donde, una vez más,  podremos disfrutar de la recurrente pareja protagonista formada por Flynn/Havilland.
Si el film es un clásico de aventuras, no lo es menos el trabajo de nuestro autor, quien compone una espectacular partitura en la que combina fantásticos temas de acción con otros alegres y jocosos para aquellas escenas en las que el sarcástico Robin se mofa del usurpador Juan sin tierra y sus acólitos, así como otros de corte romántico o regios para esos momentos en la que la situación lo reclama. Dando en conjunto una disfrutable película y una deliciosa banda sonora por la que volvería a alzarse con el caballero del mandoble.

Un año más tarde vuelve a ser nominado para el Oscar por el nuevo trabajo de Michael Curtiz: “La vida privada de Elizabeth y Essex” (1939). Película que narra el romance entre un joven Conde de Essex (Errol Flynn) y una madura Isabel I (Bette Davis) -aquella contra la que se estrelló la “Invencible” Armada de Felipe II-. Una vez más, Korngold tira de todo su arsenal de fanfarrias y del consabido estilo posromántico para crear una intensa banda sonora que, aunque no le sirviera para alzarse con la deseada estatuilla, sí consiguió dejar una profunda huella.

Y llegamos a 1940, año en la que compone el fantástico acompañamiento musical del film de aventuras: “El halcón del mar”, en él volvemos a encontrarnos con viejos conocidos. En la dirección tenemos a Michael Curtiz, en el papel protagonista a Errol Flynn y a la batuta a Erich Wolfang Korngold.
La película en sí es una nueva obra de aventuras navales, donde un intrépido corsario con patente de la Corona Británica (Errol Flynn), se las tendrá que ver con las autoridades de la Corona Española por su pertinaz dedicación en atacar y saquear en nombre de la regia Isabel I -sí, la misma de antes-, a todo barco o asentamiento en el que ondease la bandera de los Austrias.
Y, aunque los españoles no salgamos muy bien parados en el film, la película es un espectacular relato de aventuras, con el que Korngold, aunque sólo le sirviera para conseguir la nominación al Oscar,  firma uno de sus mejores trabajos.
Obra de una épica memorable, con un poderoso inicio de fanfarrias, en la que podemos disfrutar de ese estilo Korngold que dejaría huella en posteriores autores como es el caso del gran maestro, John Williams.

Con un tono mucho más lúgubre, realiza la destacable composición del film de Michael Curtiz: “El lobo de mar” (1941). En ella, veremos como el tirano capitán de barco (Edward G. Robinson), se las hace pasar canutas a los tres personajes que por distintas causas terminan cayendo en las garras del duro patrón.
Lejos de las vivaces aventuras de los acrobáticos protagonistas de las anteriores películas, en esta se cuece un duro y violento drama en el que nuestro autor compone con resuelta maestría. Solo que en esta ocasión se aleja de su tradicional estilo de emotivo romanticismo para crear una obra de gran belleza y dureza. Intensa banda sonora con la que acompaña magistralmente la dura existencia de nuestros sometidos protagonistas y con la que realza la cruel personalidad del patrón de la nave.


En 1942 compone para el drama “Kings Row” (Sam Wood). Film en el que podemos apreciar las dotes interpretativas del que fuera posteriormente presidente de los EEUU, Ronald Reagan. Curiosamente, aunque el film se trate de un drama, Korngold, como podemos observar, compone una gran partitura de corte épico-romántico en la que más de uno puede vislumbrar cierta similitud con un tema bastante conocido. Para aquel que no haya encontrado el parecido, y como en el basto mundo de internet podemos encontrar de todo, aquí dejo un vídeo en el que nos lo ponen más fácil: “Parecidos” -Increíble, pero cierto-. Aunque he de reconocer, que el alumno supera al maestro.

En 1943, en plena guerra mundial y desmembración de Europa, obtenía la ciudadanía estadounidense.
Con su recién estrenada nueva nacionalidad, sigue en su labor de componer bandas sonoras para el Séptimo Arte. Así lo podemos escuchar en cintas como: “La ninfa constante” (Edmund Goulding, 1943) o un año más tarde la romántica y muy cinematográfica melodía de “Entre dos mundos” (Edward A. Blatt, 1944).

1945 parece ser un punto de inflexión en la vida de Korngold, que parece estar condicionada por varios sucesos, ya que a la finalización del conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de recomposición europea. Hay que sumarle el fallecimiento de su padre, quien, como ya sabemos, siempre le había reprochado su dedicación a la música cinematográfica. Y algo tan importante como su creciente desencuentro con la Warner, que insiste en obligarle a componer sólo melodías para melodramas de dudosa calidad. Y si bien Korngold mantiene un buen nivel en sus composiciones, los filmes a los que acompaña no logran pasar de ser más que meros dramas románticos para contentar a cierta parte de la audiencia.
Estos tres factores hacen que nuestro autor se replantee el retorno a la composición clásica, y aunque mantiene su actividad en el cine hasta 1947, año en el que realiza su última composición original para el melodrama de la Warner: “Nunca huyas de mí” (Peter Godfrey). Film en el que una estrella cada vez más decadente, Errol Flynn, interpreta el papel protagonista masculino, franqueado en esta ocasión por los partenaires femeninos Ida Lupino y Eleanor Parker –esta vez no sería Olivia de Havilland-. Y obra en la que un desilusionado Korngold, vuelve a tirar de toda su habilidad como compositor de temas románticos.

Pero, realmente, es en 1955 cuando nuestro autor cierra definitivamente su relación con el Séptimo Arte. Ya que un viejo conocido, el director alemán William Dieterle lo reclama para que realice el biopic sobre wagner: “Fuego mágico”. En él no sólo adapta la obra del germano, sino que además de componer un tema original, realizará un cameo interpretando al director de orquesta austrohúngaro Hans Richter.

Dos años más tarde y sin haber logrado el prestigio deseado por su padre en la “música seria”, fallecía en Hollywood a los sesenta años de edad.

Es todo por hoy, espero que haya sido de vuestro agrado.


Un saludo.