domingo, 18 de diciembre de 2016

Rogue One. ¿Star Wars sin Williams?

Como buen seguidor de la saga iniciada en 1977 tenía cierto interés por ver este nuevo episodio de la franquicia. Y digo cierto, porque no todo en este periplo han sido alegrías.
Pero me centraré en lo que nos trae aquí: "Rogue One" (Gareth Edwards, 2016).

Partía con mis dudas a la hora de lo que podía ser este spin-off, no tanto en cuanto al objetivo, que estaba bastante claro, seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro (algo muy lícito). Sino en cuanto a lo que nos podía deparar. Y para ello solo había una solución, así que me cargué de un buen arsenal de palomitas y decidí dar la opción a que la fuerza me acompañara.
He de reconocer que no me defraudó, no sé si será la edad que me está haciendo menos exigente o que he pasado a formar parte de ese nutrido grupo de incondicionales, pero al igual que me ocurrió con "Star Wars: El despertar de la Fuerza" (J.J. Abrams, 2015), disfruté como un enano.

Y no es que, tanto en esta como en la de Abrams, contaran nada nuevo, ya que todo en ellas está más que visto, pero es que quizás fuera eso lo que yo buscaba. Yo, quería sumergirme una vez más en los mundos dominados por el imperio, así como ver los desolados refugios de los rebeldes, la lucha entre el bien y el mal o que nos depararía el atractivo poder del lado oscuro.
Pero también tenía claro que no quería volver a ver personajes ridículos en una historia tan trascendental para el devenir de la galaxia (entiéndase por ello a personajes de la talla de Jar Jar Binks, y si me apuras, un poco de los Ewoks), algo que parecen haberse tomado muy en serio en estas dos últimas creaciones.
Y si "Rogue One" se podía permitir una serie de licencias que a las precuelas o secuelas de la saga originaria les estaban vetadas, no parece ser que este haya sido el objetivo, al menos, en esta ocasión. De hecho, se ciñe al guión con más esmero del que lo hiciera la segunda trilogía (ahora capítulos I, II y III). Tanto es así, que sorprende ver como gracias a la tecnología digital es rescatado del reino de Hades un sombrío Peter Cushing para volver a reencarnar al Gran Moff Tarkin.
Y es que esta historia se desarrolla a caballo entre los capítulos III y IV. Así que tenemos a un Anakin completamente entregado al lado oscuro y transformado en su propia nemesis, Darth Vader. Y unos héroes que todavía no saben que les deparará el destino (Luke, Leia, Solo,...).
Pero no revelaré más la trama del film, ya que lo que me trae aquí es otro asunto que realmente me tenía en vilo. Qué sería de la franquicia sin la participación del gran genio de la composición cinematográfica, John Williams.
Era la primera vez que el octogenario compositor no participaba en uno de los capítulos de la saga. Vale, es cierto que en esta ocasión no seguimos la estela genética de ningún Skaywallker y que la edad del compositor reclama su merecido descanso (aunque se resista a ello), por lo que era lógico que se requiriera la colaboración de otro autor, ya que Williams se ha comprometido a escribir la melodía de la trilogía original.
Dentro de las posibles cábalas que manejaba este humilde aficionado partía como favorito en las apuestas Michael Giacchino, quien se ha convertido en un habitual de secuelas de clásicos cinematográficos como el de las nuevas sagas de "El planeta de los simios" o "Star Trek", con un trabajo estupendo en las tres últimas entregas de la Enterprise. Aunque quizás fuera esta última la que lo descartara para hacerse cargo del proyecto. ¡¡¡¿El mismo compositor en Star Wars y Star Trek?!!!! ¡¡¡¡Sheldon Cooper se retorcería en su asiento!!!!. Una lástima.

Así el elegido era el francés Alexandre Desplat quien a día de hoy es uno de los autores más reconocidos y admirados por el mundo cinematográfico y de este servidor. Aunque, pienso, trabaja mejor cuando le dejan hacer, y este no era el caso. Ya lo vimos en la saga del niño mago, donde Desplat, ya tuvo que lidiar con el pesado lastre que deja el tener que recomponer un trabajo tan redondo como el que Williams dejaba tras las tres primeras aventuras de Harry Potter. Y si lograba deshacerse, en cierta medida, del trabajo de Williams sin abandonar el bagaje musical y las consignas impuestas por la productora para mantener el sello de la saga. También es cierto que, cuando Desplat coge el testigo, previamente a él, ya lo habían hecho otros dos compositores (Patrick Doyle y Nicholas Hooper) quienes le allanaron un poco el terreno. 
Afortunadamente para el francés, y visto lo visto, una serie de cambios de última hora en el rodaje le hacían tener que abandonar el proyecto.
Y ¿a quién  iba a parar? Pues sí, nada más y nada menos que a Michael Giacchino. En cierta medida era lógico que acabara en él, un asiduo colaborador de la Disney, además de digno sucesor para continuar la tarea, en caso de que Williams no pueda terminar lo ya iniciado.
Pero esta improvisada elección de última hora, por lo que he podido comprobar, era una flecha envenenada. Ya que al autor lo han dejado maniatado a la hora de poder expresarse libremente, y es que, en pocos temas se puede distinguir la mano del brillante compositor norteamericano.
De hecho, "Rogue One", es Williams. Son sus temas los que toman protagonismo, mientras que las melodías de Giacchino van destinadas a escenas y tramas secundarias. 
Así, mientras Giacchino y su Star Trek relucía a nivel musical, creando un tema que hacía sombra tanto al de su homenajeado Alexander Courage, como al de Jerry Goldsmith, y a su vez, se alejaba de las melodías dejadas por ellos, creando un mundo musical completamente nuevo. En esta ocasión, simplemente se dedica a seguir la batuta de Williams. 
Una lástima, ya que en este aspecto, un servidor, pensaba que habría alguna novedad. Pero se ve que tanto director como los que ponían el dinero no tenían esa intención. Y que fuera Giacchino o Desplat no era más que una maniobra mercantil, ya que una gran superproducción como esta necesitaba de un gran nombre en su apartado musical, pero solo para eso, por el nombre.
Así que tendremos que esperar a ver si en las posteriores entregas previstas siguen confiando en este magnífico compositor y le dan más tiempo y mayor libertad de movimiento. Está claro, que la saga estelar nunca podrá desprenderse de la creación de Williams y que personajes como Darth Vader siempre irán acompañados de su Marcha imperial, pero de ahí a lo que hemos visto en "Rogue One" hay un mundo.

jueves, 6 de octubre de 2016

Stutterer

Hace unos días llegaba a mis oídos que el corto de ficción ganador de la 88ª Edición de los Oscar (2016) llevaba la banda sonora de un joven compositor español, Nico Casal.
Otro de tantos jóvenes cualificados de nuestro país que la crisis económica forzaba a probar fortuna en el extranjero. Afortunadamente para este pianista y compositor de Santiago de Compostela, la suerte le sonreía en forma de Oscar.

No quise demorarme mucho en visionar el corto británico que tan bien había caído a la academia norteamericana. Y la verdad es que, no me defraudó.
Y es que, esto de los cortos, es una verdadera ruleta rusa. Un verdadero cajón de sastre para formarse o experimentar, y en donde es fácil encontrar mucho novel con muy buenas intenciones y dudoso talento. Afortunadamente, llegar a la nominación a un gran premio como el Oscar me aseguraba que la criba habría sido importante. 
Con estas llegaba al corto británico "Stutterer" ("Tartamudo"), cinta del irlandés Benjamin Cleary a la que Nico Casal le ponía banda sonora.

Cleary nos presenta a su personaje, un joven con una importante problema de tartamudez, abriendo en un primer plano dramático. Una vez conocemos la dificultad del protagonista, el director nos propondrá enfrentarlo a una de las pruebas más complicadas de su juventud... (para no hacer spoiler, lo dejaré aquí).
Lo que sí diré es que, lejos de caer en lo melodramático, el corto sigue una línea positiva donde veremos compensar la dificultad de dicción del protagonista con una magnífica verborrea mental. Y es aquí donde nuestro compositor logrará su mejor partido. 
Con una música intimista, Nico Casal, ahonda en esa soledad a la que lo aboca su impedimento y donde a su vez el joven se hace fuerte y locuaz. Así, la música de Casal se transforma en un grito, es la rabia contenida de todas esas palabras que no pueden salir con facilidad y su mente ágil piensa. No es una melodía compleja, simplemente es serena, consciente y desgarrada.

Y no contaré más, ya que el corto solo dura unos 12 minutos y merece la pena verlo. Para aquél que no tenga paciencia o tiempo, dejo el tema principal del corto interpretado por el propio autor: "Ellie".

Un saludo.

jueves, 9 de junio de 2016

Nebraska

Nebraska


No hace mucho lograba ver uno de esos filmes que había colocado en esa (cada vez mayor) lista de imprescindibles, "Nebraska" (Alexander Payne, 2013). 
El cine independiente siempre es un poco arriesgado, y la crítica no suele ayudar mucho, ya que en innumerables ocasiones el elitismo de los críticos tiende a llevarnos a ver filmes cuya comprensión parece estar solo al alcance de unos cuantos. Afortunadamente para mí, en este caso, no fue así.

Así, "Nebraska" cuenta una historia como le gustan a su director sencilla, llena de humanidad y muy muy positiva. Donde Alexander Payne se mantendrá en la línea de anteriores filmes suyos, siempre tan personales y nómadas ("A propósito de Schmidt" (2002), "Entre copas" (2004) o "Los descendientes" (2011)). Cinta con la que, una vez más, nos embarcará en una road movie llena de encuentros y reencuentros.

Es verdad, que en esta ocasión, tenemos a un Payne más indie que nunca, y a sus ya personales historias, le da un giro más de tuerca y nos entrega un film en blanco y negro. Quizás porque la película trata sobre la vejez y como esta va nublando nuestros sentidos, o quizás porque el protagonista, que tan magistralmente interpreta el veterano Bruce Dern, no haya sido más que un ser anodino que ha pasado su vida enganchado a una botella. Lo cierto, es que, este juego con el blanco y negro consigue el propósito que tuviera en mente el director, magnificando todos los estragos que el tiempo ha hecho en este antiheroe al que en su quijotesca aventura terminaremos por coger tanto cariño.

Pero no era mi objetivo hablar aquí sobre este imprescindible film (aunque ya puestos...), ya que si tras el visionado de la película este servidor se fue a la cama con tan grato sabor de boca, indudablemente, todo ello gracias a la maestría de  Alexander Payne y a un magnífico elenco de actores, tanto principales como secundarios, donde destacan el ya mencionado Bruce Dern, un no tan conocido Will Forte en el papel de entregado hijo, una soberbia June Squibb en el papel de "abnegada" esposa y un estupendo Stacy Keach en el de "leal" ex-socio. Pero, nada hubiera sido lo mismo si a ese paisaje tan acromático no hubiera recibido todo un arcoiris de matices gracias a la magistral composición de Mark Orton y la magnífica fotografía de Phedon Papamichael.

Y como aquí venimos a hablar de música, a ello vamos, ya que Orton hace que el loco viaje de Woody Grant desde Montana a Nebraska para cobrar ese premio que nunca existió, no solo cobre sentido, sino que nos ayuda a que terminemos queriendo a este loco perdedor que, por una vez en su vida, cree haber conseguido algo importante.
Y Orton hace esto sin muchos subterfugios, nada de grandes composiciones sinfónicas, tan solo con una guitarra, un violín y algo de percusión y... et voilà!, Orton logra aportarnos con sus melodías de corte folclórico ese amplio rango de matices y sentimientos por los que discurrirán la aventura de nuestro querido personaje. Destacando sobre todo esos temas de aires irlandeses que nos insuflarán animo al espíritu.

Pero lo realmente complicado para este servidor es decir qué tema, o temas, podrían ser los elegidos para acompañar este artículo. Si bien es cierto que no son muchos, tan solo ocho los que acompañan al film, decantarse por alguno de ellos es bastante complicado. Así que, dejaré el enlace a la propia página del autor en la que se pueden escuchar todos los temas.


Espero que os gusten tanto como a este que os escribe, aunque si va acompañado del film, mejor que mejor.


Un saludo.

lunes, 29 de febrero de 2016

El Oscar de Morricone

Es sabido que el compositor transalpino andaba algo molesto por el hecho de no haber logrado el Oscar a la largo de su carrera (Oscar honorífico aparte). Y, estaba claro que, dada la edad del compositor, la academia de Hollywood no contaba con mucho tiempo para resarcir al autor de obras tan destacadas como "La misión", "Cinema Paradiso" o aquellas grandes obras de Leone para los Spaghettis de los sesenta.

La pregunta que me hago es: ¿Es merecido este Oscar?

Bien, por un lado, está claro que no es la obra más completa del autor (dos temas con pocas variaciones, donde destaca el tema principal) que, además, acompaña a un film al que hace poca compañía (de las casi tres horas de película, podemos escuchar las melodías de Morricone en cortos espacios de tiempo. Aun así, cuando lo hace, se hace notar bastante).
Es cierto que, muchos compositores cinematográficos, vienen defendiendo desde los inicios del cine sonoro la justa aplicación de la música en las películas, y pienso que a "Los odiosos ocho" ni le sobra ni le falta.

Por otro, tenemos el giro de registro dado por el autor. Aquí no veremos al Morricone romántico de "Cinema Paradiso", "La misión" o "Hasta que llegó su hora". 
Pero, estaba claro que Tarantino no necesitaba eso, él requería de un Morricone oscuro. El film, una obra teatral al más puro estilo Hitchcock, hace que Morricone se transforme en Herrmann. Tanto es así, que gran parte de culpa de que hoy Morricone tenga su apreciada estatuilla en una de sus estanterías, es gracias a su entrada triunfal. Con una escena de inicio brillante, el compositor hace nuevamente de las suyas. Así, toma las riendas de "La última diligencia a Red Rock" y se vuelve a convertir en narrador. Y con su música nos avisa: Amigos, esto está abocado al desastre...

Tras todo esto, sólo me queda añadir que... SÍ. Don Ennio Morricone es justo ganador de su Oscar, su Globo de Oro, BAFTA y todos aquellos premios que le quieran otorgar por esta gran obra. Posiblemente otras que debieron ser premiadas sólo contarán con el reconocimiento popular, mientras esta, que el tiempo no creo que llegue a mantenerla más que en el recuerdo de algunos de sus más incondicionales seguidores como este servidor, sea con la que se le recuerde en las páginas biográficas. Aun así, Morricone siempre será Morricone, uno de los mayores genios que ha dado la composición cinematográfica de todos los tiempos.

Desde aquí, ¡mi mas sincera enhorabuena, Maestro!