Hoy veremos la importancia de la música de cine de manera gráfica. Serían muchos lo ejemplos que podría traer para demostrar esto, pero no será necesario, ni recomendable, verlos todos para darnos cuenta del valor que alcanza la música en el cine, por lo que será con tres de los compositores más representativos de la historia del séptimo arte con los que tratemos de descubrir la verdadera importancia de nuestro actor invisible.
La primera cita la tenemos con el genero de terror, ya que la escena de la ducha de "Psycho" (Alfred Hitchcock, 1960) es perfecta para lo que nos trae hoy aquí. (ver escena)
En sí, la escena rodada por Hitchcock es perfecta, con una duración ideal para que las imágenes hablen por si misma sin necesidad de ningún tipo de aderezo.
Pero Herrmann era mucho Herrmann, y lograba con su composición intensificar la escena yendo directamente a la psique del espectador. De manera que, mientras el director trataba la escena con una moralidad cuasi victoriana (desnudo aparte), el compositor era quien realmente se ensañaba con la víctima, elevando la violencia de la secuencia a cotas muy superiores de lo que lo hacía el propio Hitchcock. De esta forma, mientras Norman Bates propinaba algo menos de una decena de cuchilladas, Bernard Herrmann llegaba a cuadriplicarlas a base de acordes.
Otro caso lo tenemos en la bondad de la música a la hora de crear el ambiente idílico deseado. En el siguiente ejemplo lo veremos en la escena final de "Star Wars IV" (George Lucas, 1977).
En el primer enlace (ver escena) vemos como la ausencia de la composición de John Williams lleva a la pomposa ceremonia de entrega de medallas, tanto por los graznidos de Chewbacca como los atolondrados pasos de R2-D2, a tomar un cariz casi cómico, además de llegar a resultar algo tediosos los menos de dos minutos que dura la escena.
En el primer enlace (ver escena) vemos como la ausencia de la composición de John Williams lleva a la pomposa ceremonia de entrega de medallas, tanto por los graznidos de Chewbacca como los atolondrados pasos de R2-D2, a tomar un cariz casi cómico, además de llegar a resultar algo tediosos los menos de dos minutos que dura la escena.
Sensación que se pierde una vez incorporada las fanfarrias del gran compositor como podemos ver en el siguiente enlace: (ver escena). Con estas alcanza la magnificencia deseada y transforma los cómicos gritos del peludo Chewbacca en poderosas órdenes marciales, mientras que, gracias a tonos románticos, lograba convertir los inseguros pasos del robot en el cariñoso caminar de un hijo de corta edad.
Pero si buscamos un compositor que haya logrado con su música que la melodía consiga protagonismo propio, este es Ennio Morricone.
Un claro ejemplo lo tenemos en el film "Once upon a time in the west" (Sergio Leone, 1968). Film en el que Morricone lograba con la escena del duelo final (una escena de algo más de nueve minutos donde apenas escuchamos dos frases cortas) que la música adquiriera tal relevancia que no hicieran falta más palabras, algo que está a la alcance de muy pocos compositores y, por supuesto, directores.
Así, gracias al producto de la simbiosis que se creaba entre director (Sergio Leone) y compositor (Ennio Morricone) podríamos disfrutar de escenas como la de este impactante duelo final en este Spaghetti de 1968 (ver enlace).
Así, gracias al producto de la simbiosis que se creaba entre director (Sergio Leone) y compositor (Ennio Morricone) podríamos disfrutar de escenas como la de este impactante duelo final en este Spaghetti de 1968 (ver enlace).
Y es que, en dicha escena, la música trasciende para transformarse en el narrador de una venganza, enfatizando la dicotomía visual del blanco y negro en su representación del bien y el mal (o el bueno y el malo) y sirviendo de nudo para cerrar el círculo de una trama que, hasta ese momento, no llegábamos a comprender, pero que el compositor había ido entretejiendo con su música a lo largo del film, hasta que, finalmente, sobrasen las palabras.
Aquel que quiera hacer la prueba puede intentar ver la escena sin audio y entenderá de qué hablo.
Un saludo.