Miguel Asins Arbó
Compositor que, aunque
catalán de nacimiento, podemos considerarlo valenciano de corazón.
Este comandante del
ejército español perteneciente al Cuerpo de Directores de Música del Ejército
de Tierra desde 1944, es el autor de los acompañamientos musicales
de algunas de las obras más significativas de la filmografía española de
todos los tiempos.
Ya comentaba cuando
vimos al maestro Antón García Abril, que debido a la idiosincrasia de un país como el nuestro consumido tras la Guerra
Civil y sometido a un régimen autárquico muy radicalizado y aislado tras la finalización
de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de sus posibles aliados (Alemania e
Italia). Dan como resultado, un país muy alejado de los
destinos de la Europa de posguerra y con una frágil y tensa relación con una de las nuevas superpotencias nacidas tras el conflicto mundial, Estados Unidos. Más interesada
en la ubicación estratégica de nuestro país que en el estado de sus ciudadanos,
por más planes Marshall que nos vendieran.
Bien, pues una vez
puestos en situación, tenemos a una industria cinematográfica española dedicada,
sobre todo, a vendernos las virtudes de su heroico ejército vencedor, una grandilocuente interpretación de la Historia
de España y mucho folclore popular del momento, todo ello a cargo de directores próximos o propios del
régimen franquista, como fueron, Juan de Orduña -“A mí la Legión” (1942), “La
Lola se va la los puertos” (1947), “Locura
de amor” (1948) o “Agustina de Aragón”
(1950)- o José Luis Sáenz de Heredia –“Raza”
(1941) o “Franco, ese hombre” (1964)-.
Y para más inri, todo ello acompañado de una dura censura que impedía cualquier
tipo de crítica a la recatada moral del régimen, así como a la estricta
política del mismo.
No es hasta la década
de los 50 cuando notamos cierta relajación por parte de la censura… o ¿podríamos
decir pericia por parte de los guionistas?, magos del doble sentido quienes de
una manera mordaz y sutil logran encontrar resquicios para escapar del control
de los censuradores.
De esta manera, surgen
nuevos directores entre los que destaca el genio valenciano, Luis García
Berlanga, quien no sólo dirige, sino que es coautor de los sarcásticos guiones
de sus filmes junto a otros genios como Juan Antonio Bardem o Rafael Azcona,
entre otros.
Y es en ese periodo cuando aparecen filmes como “¡Bienvenido, Míster Marshall!” (1953) o “Los jueves, milagro” (1957), ambos de Berlanga y las no menos
interesantes obras del italiano Marco Ferreri: “El pisito” (1959) y “El
cochecito” -ya en la siguiente década, 1960-, películas en las que también
interviene Rafael Azcona, coescribiendo el guion junto al director.
A ellos, habrá que
sumar la aparición de algún que otro director díscolo dentro de la propia
maquinaría del régimen, como veremos a continuación.
Bien, se preguntaréis
a que viene toda esta retahíla si lo que nos trae aquí es el maestro Miguel
Asins Arbó. Bueno, pues todo este rollo que os he soltado, es para comentaros
que, es precisamente con estos directores, Berlanga y Ferreri, con los que
nuestro compositor escribirá sus mejores obras para el cine. Y que, aunque no serían
ni la primera ni la última obra, sí que serían sus trabajos más representativos dentro
del Séptimo Arte. Pero no nos adelantemos, ya que todo esto lo veremos con más
detalle a continuación.
Como ya va siendo hora
de empezar a conocer la obra de nuestro autor, lo haremos comenzando por sus
inicios.
Es en 1954 cuando el
director José Antonio Nieves Conde, director oficial quien tras su gran obra
“Surcos” en 1951, empieza a tener serios
encontronazos con el gobierno y la omnipresente iglesia, al tocar temas tan tabú
en aquellos días como: la miseria, el estraperlo y el éxodo rural. Pues bien, es este indisciplinado director quien lo introduce en el mundo del Séptimo Arte, al encargarle componer la melodía de su película, la coproducción
germano-española, “Rebeldía”, generando tan buena relación que dará lugar a varios trabajos más juntos, como la coproducción ítalo-española: “Todos somos necesarios”
(1956). O la que llevaría definitivamente a este militante falangista a
convertirse en un L’enfant terrible para el régimen: “El inquilino” (1957). Ácido y mordaz drama social en el que el
director trata sin tapujos un tema que vuelve a estar de actualidad en nuestros días, como es el derecho a la vivienda. Película que fue en un
principio censurada para estrenarse años más tarde, no sin
antes, efectuar algunos cortes y cambiar el final del film por uno más adecuado y halagüeño.
Un año más tarde, y a
las órdenes de un nuevo director, José María Forqué, compone la banda sonora de
“Un hecho violento” (1958). Película que copia el formato carcelario del cine negro
norteamericano y para la que nuestro autor crea un curioso híbrido entre rock
and roll y swing, con el que acentúa el deseado ambiente de película made in USA.
Y llegamos al gran
momento. Y aunque en esta primera ocasión no brillará en todo su esplendor, Asins
Arbó realiza el primer trabajo para el italiano Marco Ferreri: “Los Chicos” (1959). Con una
composición en la que deja entrever sus grandes dotes para generar ese tipo de
atmósfera que tan bien había logrado crear Nino Rota en su simbiosis junto al
director Federico Fellini. Esa extraña mezcla de joviales y melancólicas
tonalidades que Miguel Asins Arbó irá puliendo y haciendo propias en los siguientes trabajos
junto a Ferreri y, sobre todo, a Berlanga.
Así, un año más tarde
tenemos la genial obra de Ferreri: “El cochecito”
(1960), quien cuenta, al igual que hiciera en 1959 para su gran obra “El pisito”, con la colaboración del
guionista Rafael Azcona.
Destacar la deslumbrante interpretación de un más que
veterano Pepe Isbert y la fantástica composición de Asins Arbó, quien nos deja
este estupendo y vital tema de aires latinos, con las que nos vuelve a recordar al maestro Nino Rota y al cine de Fellini.
Pero, como ya hemos
comentado anteriormente, hay otro director con las que brillarán las melodías de
nuestro autor, este no es otro que el genio valenciano: Luis García
Berlanga.
Si bien es cierto, que
no son muchos los trabajos juntos, limitándose tan sólo a cuatro
colaboraciones, en ellas, tanto director como compositor, logran crear un sello
propio que dan lugar a algo mágico, llegando a tal entendimiento, que da la impresión de que director y compositor fueran
una sola persona.
Pues de esta fenomenal
simbiosis surgen obras como la de 1961: “Placido”.
Si Berlanga ya había dado muestras con obras precedentes de su gran talento,
filmando películas de la talla de “Bienvenido
Mr. Marshall” (1953), “Calabuch”
(1956) o “Los jueves milagro” (1957);
filmes en los que retrataría con mucho sarcasmo la sociedad de posguerra
española. Con “Placido” da otra vuelta
de tuerca a esos retratos de la España costumbrista, para deleitarnos con esta
nueva, ácida y fantástica comedia sobre la vida de unos humildes personajes en un país marcado por sus grandes diferencias sociales.
Berlanga se mofa de la
hipócrita burguesía del momento con la célebre campaña navideña “Siente a un
pobre a su mesa”, campaña que si bien era utilizada para limpiar la conciencia
cristiana de las clases acomodadas, le sirve al director para componer un burlesco retablo con el que remarcar estas incamufables diferencias de la España de posguerra.
Pero si el director
daba el Do de pecho y sacaba a flote una de sus mejores obras tras muchos
impedimentos por parte de la censura, Miguel Asins Arbó crea una de las composiciones
que mejor han retratado el sentimiento de una época. Y, una vez más, lo hace
con una obra cargada de tonos rotianos, con los que vuelve a generar ese
ambiente a medio camino entre lo jovial y lo melancólico. Sonidos que tan bien
reflejan el sentir de esa época de nuestra historia reciente. De esa sociedad urbana
con un fuerte arraigo familiar, gracias a que aún conserva los patrones de
comportamiento del recientemente abandonado mundo rural.
Y todo ello lo hará
con un lánguido fox-trot y su particular
ritmillo. Ritmo que nos retrotrae a las melodías de aquellas orquestas
itinerantes que amenizaban las fiestas y verbenas de los pueblos de la herida España
de posguerra y que tanto gustaba a sus humildes pero optimistas ciudadanos.
Recordemos que, el
film tendría tan buena acogida -tanto dentro como fuera de nuestras fronteras-
que sería nominada al Oscar en 1961 a mejor película de habla no inglesa, así
como a la Palma de Oro en el Festival de Cannes a mejor película.
Su posterior trabajo
juntos tendría lugar tan solo un año más tarde, en la coproducción franco-ítalo-española: “Las cuatro verdades” (1962). Se trata de un film con cuatro historias basadas
en las fábulas de Lafontaine, siendo cada una realizada por un director: Alessandro Blasetti, Hervé Bromberger, René Clair y nuestro Luis
García Berlanga, quien una vez más vuelve a trabajar con Arbó y con Azcona, quien
coescribe el guion del capítulo dirigido por Berlanga: “La muerte y el leñador”.
Tras esta, vendrá otra
de las joyas de nuestro cine nacional creadas por el trio Berlanga-Azcona-Arbó: “El verdugo”
(1963). En este caso, se
trata de una coproducción ítalo-española que girará en torno a un argumento mucho
más lúgubre que el de “Plácido”.
Esta
comedía negra, muy negra, está magistralmente interpretada por un verdugo veterano
con la facha del genio José Isbert y un sufrido Nino Manfredi encarnando a su yerno y neófito verdugo con muchas dudas existenciales.
Y film, para el que el dúo Berlanga-Azcona componen un genial alegato contra la pena de muerte. Con un discurso que vuelve a ir magistralmente acompañada por la melodía de nuestro autor, sólo que en esta ocasión, le saldrá un duro contrincante: Adolfo Waitzman, quien compone el alegre Twist que acompaña la escena final; escena en la que el director nos apunta cuan alejada está la sociedad de las miserias que ocurren a su alrededor.
Y film, para el que el dúo Berlanga-Azcona componen un genial alegato contra la pena de muerte. Con un discurso que vuelve a ir magistralmente acompañada por la melodía de nuestro autor, sólo que en esta ocasión, le saldrá un duro contrincante: Adolfo Waitzman, quien compone el alegre Twist que acompaña la escena final; escena en la que el director nos apunta cuan alejada está la sociedad de las miserias que ocurren a su alrededor.
Tras esta, aunque mantiene
cierto compromiso con el cine, realizando las bandas sonoras de películas como
“El buen amor” (Francisco Regueiro,
1963). Película que estuvo nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
O la coproducción ítalo-española de 1968: “Un
atraco de ida y vuelta” (Roberto Fizz), película que tendría como
reclamo al veterano actor estadounidense Edward G. Robinson.
Así, pasamos, desde principio de los setenta, un largo periodo de sequía que se romperá en 1985, año en el que vuelve con retomadas energías y compone dos bandas sonoras de gran calidad.
Así, pasamos, desde principio de los setenta, un largo periodo de sequía que se romperá en 1985, año en el que vuelve con retomadas energías y compone dos bandas sonoras de gran calidad.
La primera, la
escucharemos en la opera prima de Fernando Huertas: “El elegido”.
Comedia negra con un José Luis López Vázquez en el papel de angustiado
protagonista, realizando una de esas interpretaciones que nos recuerdan, en cierta forma, a aquella del espectacular corto de Antonio Mercero: “La Cabina” (1972). Y donde el Sr. Miguel Asíns
Arbó vuelve a dejarnos una bella composición con su particular sonido de
orquesta de pueblo y sus clásicos
acompañamientos para instrumentos de viento.
El segundo, se trata del
cuarto y último trabajo del triunvirato (Berlanga-Azcona-Arbó): “La vaquilla”. Ya que tras este, Berlanga no
contará con él para su siguiente película: “Moros y Cristianos” (1987). Película que a su vez, sería su última colaboración con Azcona.
Es cierto que,
Berlanga, para el telefilm “Blasco Ibáñez”
(1997) quiso contar con Arbó, pero debido al delicado estado de salud con el
que contaba el compositor en aquella fecha, se vio obligado a desistir.
Así que pasemos a ver
el film en cuestión: “La vaquilla”.
Para él, nuestro
compositor cambia un poco el registro empleado en sus anteriores trabajos junto a Berlanga y escribe una música más tradicional y popular. De esta manera, realiza una banda sonora a base de pasodobles, charangas, marchas militares o procesionales que generan
una atmósfera muy adecuada para esta comedia que se desarrolla en una zona
rural en pleno frente de batalla de la Guerra Civil española.
Otra diferencia con
los anteriores filmes es que, la gran mayoría de las composiciones, por no decir toda, son usadas
como música diegética. Así aparecen acompañando a las diferentes escenas bien
retransmitidas por los altavoces colocados en el frente, interpretados por la
orquesta en la plaza de toros o la banda que acompaña la procesión.
Como curiosidad,
comentar que el tema de “Plácido” es
también empleado en alguna escena, así como algunos pasodobles de otros
autores.
Pero si tenemos que
destacar alguna de las composiciones realizadas para el film, son dos temas
del maestro los que destacan sobre los demás. Por un lado está el “pasodoble”, compuesto por
nuestro autor expresamente para el film. Y por otro, el hermoso vals “Suspiros austrohúngaros”, que con su tono
intencionadamente melancólico, acompaña al aguijoneante anuncio megafónico que
proclama la fiesta de la Asunción en el lado nacional.
Y terminaremos nuestro repaso
con la última obra dejada por el maestro Asins Arbó para el cine. Y lo hace en un film que parece
una metáfora de la trayectoria de nuestro autor en su particular singladura
compositiva: “¡Biba la banda!” (Ricardo Palacios, 1987). Cinta que narra las peripecias de una banda
de música del ejército nacional en plena Guerra Civil Española, con un análogo argumento
a los inicios como músico de nuestro maestro. Hecho que no tuvo que pasar desapercibido
por el director para elegir a Asins Arbó a la hora de realizar la banda sonora
del film.
Así, nuestro autor logra firmar un espléndido trabajo, en el que es fiel
a los temas castrenses que lo acompañaron a lo largo de su vida en el Cuerpo de
Directores de Música del Ejército de Tierra.
Buena y atinada despedida
de nuestro autor, quien tras esta, no volvería a componer para ningún otro
film.
Pues, esto es todo por el
momento, espero que haya sido de vuestro agrado para, en breve, retornar con nuevos autores y sus bandas sonoras.
Un saludo.
En primer lugar, mis felicitaciones por esta entrada. Me parece estupenda, de las mejores de este blog. En segundo lugar, dar las gracias por darnos a conocer y hablarnos extensamente sobre este músico de mucho mérito y que merece reconocimiento.
ResponderEliminarEste hombre, a pesar de ser militar perteneciente al bando ganador de la guerra civil, creo que debió sentirse más músico que militar. Da la sensación de que sentía la música como su gran vocación y ciego amor. Vamos, que le corría por las venas. Además, supongo que debió ser lo bastante valiente para hacer cosas que en el régimen franquista, aún siendo militar, no caían del todo bien. Así parece indicarlo que colaborase en obras nada apegadas al espíritu nacional-católico de la época y que son crónica negra social o crítica solapada que pudo saltar la censura de la época.
Este hombre posee una extensísima producción en composiciones cinematográficas, música coral, bandas de música, obras para canto y piano, para guitarra, orquesta ... Una dedicación absoluta. La música como pasión, sin duda. En cuanto a su inclinación por componer para bandas de música no me extraña dado que lo tenía todo para ello: como militar, donde la banda es tradición, y enamorado de Valencia, donde tienen mucho arraigo las bandas y existen algunas de las mejores de España, como la de Liria.
Tiene obras como
Pero sus méritos no están sólo en las buenas obras en películas junto a un genio como Berlanga (también valenciano), pues alcanzó la excelencia en vida: Premio Extraordinario Fin de Carrera por Unanimidad en el Conservatorio Superior de Valencia (en Armonía y en Composición), Premio Círculo Bellas Artes de Madrid, Premio de Música Ciudad de Barcelona, Premio Himno Oficial a San Vicente Ferrer, Premio Música de Ejército, Premio de Canción Vasca de Bilbao, Premio de Composición para Banda de la Diputación de Alicante, Premio Habaneras de Torrevieja, Cruz del Mérito Militar de Primera Clase, Premio Nacional de Música ... y un buen número de diversas distinciones más.
Tiene obras tan variadas como "Seis piezas románticas" (piano), "Sis músiques valencianes" (piano), "Canciones españolas" (textos de Antonio Machado y música para canto y piano), "Canciones infantiles", "Romances gitanos", "26 Cançons populars catalans", "Cuarteto en Mi Mayor" (cámara), "Obertura al Cantar de Cantares" (orquesta), "Mare Nostrum" (sinfónica), "Viva la marina" (banda militar), "El Micalet" (pasodoble valenciano) y, en fin, un sinnúmero de obras. Impresionante y admirable Miguel Asins.
Por último, comentar sobre La Vaquilla que es una película que me gustó mucho, es muy del estilo coral de Berlanga, pero quiero señalar particularmente lo acertadísimo de la canción final, en la escena final donde se ve la vaquilla muerta y abandonada en medio de un paisaje pobre y solitario, en medio de la nada, a mitad de camino entre los dos bandos enfrentados en la guerra civil, triste metáfora de la España que entre todos hemos matado. Esa canción me puso los pelos de punta al escucharla en un momento tan señalado. Le va a la escena que ni pintada. Es la canción "La hija de Juan Simón", una tristísima copla que cantaron maravillosamente algunas grandes voces, como la admirable voz de Antonio Molina, aunque no es de este la versión que Berlanga y Asins tomaron para la película.
Un aplauso póstumo, y sincero, a don Miguel Asins Arbó.
No sabe cuanto me alegra que le haya gustado.
ResponderEliminarSi le soy sincero, me acordé mucho del Señor de la Guerrera cuando realizaba el post sobre Asins Arbó, por los múltiples paralelismos que se daban en ambos.
Además, observo, que ha servido para que se interese por nuestro autor, que como bien comenta, fue un compositor muy prolífico, laureado y castizo -con esto último sabía que le podría tocar sus fibras sensibles-.
Es una lástima que Don Luis García Berlanga, no tuviera el mismo concepto de la música de películas que su coetáneo transalpino, Fellini. Director que en su simbiosis con el gran Nino Rota se hacía acompañar del compositor en sus rodajes, para que este captara el alma del film y así lograr tan buenos resultados en sus composiciones.
Berlanga por su parte cambiaba continuamente de compositores, incluso, llegaba a no emplearlos, usando para sus películas melodías ya compuestas. ¿Qué hubiera sido de la trilogía "Nacional" con la música de Arbó? o ¿Moros y Cristianos?, película a la que la trayectoria compositiva del maestro venía que ni al pelo...
Bueno, basta de lamentaciones, ya que afortunadamente, Arbó, logró dejarnos bien surtidos de composiciones propias tanto en nuestra filmografía como fuera de ella, como bien comenta, amigo Romero Landa.
Me uno a su póstumo aplauso.
Un saludo.