Ciencia Ficción (I)
Hablar
de Ciencia Ficción en el cine es algo tan complejo como querer contar los
granos de arena de una playa. Si hay algo en lo que el cine, la televisión y
por supuesto la literatura han sido especialmente ejemplares es a la hora de plasmar estas historias futuristas. Género que ha
sido muy provechoso para los imaginativos autores que se han dedicado a él.
El
problema radica en el propio concepto “Ciencia
Ficción”, verdadero cajón de sastre en el que caben todo tipo de películas
del género fantástico futurista, pero al que, si limitamos algo más, nos dejará sólo con
aquellas obras que poseen un argumento altamente tecnológico, bien propio o bien
de origen extraterrestre.
Aun
así, el abanico suele ser bastante amplio, y aún más gracias a la sociedad en
la que vivimos, capaz de inventar y producir nuevos avances a una velocidad de
vértigo, hecho que no pasa desapercibido a las brillantes mentes de nuestros imaginativos creadores, quienes, siempre yendo unos pasos por delante, aprovechan
para generar mundos en los que estas predecibles, o impredecibles nuevas
tecnologías tomarán parte de forma activa en sus creaciones.
Si
bien el género no es nada nuevo en el cine. Ya en 1902 el francés Georges
Méliès se anticipaba al futuro y realizaba el cortometraje “Viaje a la Luna”, creando la que sería
la primera película de Ciencia Ficción del Séptimo Arte, y dando de esta manera
el pistoletazo de salida para que otros autores siguieran la estela dejada por él.
Testigo que no tardarían en recoger nuevos directores, dando lugar en años posteriores a nuevas obras como el film ruso “Aelita” de Yakov
Protazanov, en un ya lejano 1924, o la joya del alemán Fritz Lang en 1926, “Metrópolis”.
Pero sería hasta finales de los años 40 y principios de los cincuenta del siglo XX,
cuando debido al curioso avance de un singular fenómeno de masas denominado: U.F.O. (Unidentified Flying
Object) u O.V.N.I. (Objeto Volante
No Identificado, en cristiano). Fenómeno que se desarrollaba en los convulsos Estados Unidos
de mitad de siglo, diera lugar a una explosión de películas que, hasta
ese momento, parecían reservadas exclusivamente a aquellos filmes artesanales de bajo presupuesto más conocidos por "Serie B".
Aunque
el engendro se había estado fraguando un tiempo atrás, bien a través de ediciones
impresas como cómics o novelas, o bien a través de las ondas de radio.
El mejor ejemplo lo tenemos en la retransmisión realizada en 1938 por un joven genio de 23 años, Orson Welles, quién en su programa radiofónico pondría en jaque a los crédulos ciudadanos del gran imperio tecnológico cuando se le ocurría la brillante idea de transmitir a través de las ondas hertzianas la versión de la novela del otro Welles (H.G. Welles): “La guerra de los Mundos”. Generando una inesperada ola de pánico que recorrió varios estados del país.
El mejor ejemplo lo tenemos en la retransmisión realizada en 1938 por un joven genio de 23 años, Orson Welles, quién en su programa radiofónico pondría en jaque a los crédulos ciudadanos del gran imperio tecnológico cuando se le ocurría la brillante idea de transmitir a través de las ondas hertzianas la versión de la novela del otro Welles (H.G. Welles): “La guerra de los Mundos”. Generando una inesperada ola de pánico que recorrió varios estados del país.
Como no podía ser menos, ya para esa ocasión, Welles, contaría con un
compositor que posteriormente se convertiría en un asiduo colaborador en sus primeros
filmes y autor de varias de las primeras melodías de aquel germinante género. Me
refiero ilustre maestro Bernard Herrmann.
Pues, como de todos es ya conocidos la abundancia de temática Sci-fi en la gran o pequeña pantalla, para no hacer excesivamente largo el tema en esta primera ocasión, sólo trataremos
aquellas obras que giraron en torno a estos seres interplanetarios, batallas
interestelares u otras en las que, de una forma u otra, el planeta
tierra se queda pequeño y el ser humano se dedica a navegar por el ancho mapa
del universo… ¡que no son pocas!.
Para concretar algo más, como nuestro fin aquí no es hablar sólo de las películas, sino
de aquellas bandas sonoras que dieron alma a todas esas series o filmes, sólo
veremos gran parte de esos filmes en las que su acompañamiento musical tuvo un papel
muy destacado.
Así,
comenzamos en 1951, donde, aun muy fresco en el subconsciente de la sociedad
norteamericana el recuerdo del “incidente
OVNI de Roswell” (1947) y con una población cada vez más demandante de películas
de este género - que, lógicamente, no se iban a conformar con sucedáneos de Clase
B -, nos encontramos al visionario Howard Hawks, atendiendo las demandas del
público americano produciendo y supervisando la cinta de terror: “El enigma de otro mundo” (Christian Nyby, 1951). Película que se
convertiría rápidamente en obra de culto, y de la que, en 1982 John Carpenter realizaba el
remake titulado “The Thing” (”La Cosa”).
Como
buen hombre de cine y sabiendo de la importancia de la música en el Séptimo
Arte, Hawks no se conformará con cualquiera y contrata a uno de los mejores del
momento para realizar la banda sonora, Dimitri Tiomkin. Quien realiza una
partitura compleja, en la que combina elementos de terror con esos sonidos
distorsionados clásicos en estas primeras películas de Ciencia Ficción. Sonidos
con los que lograba dar esa agobiante sensación inseguridad con el que remarcaba el
estado en el que se encuentran envueltos los protagonistas del film tras quedar a merced
de la bestia alienígena, a la vez que intentaba dar un aire futurista a la partitura.
Del
mismo año es “Ultimátum a la Tierra” (Robert
Wise, 1951). Y en esta ocasión tenemos como autor a otro de los grandes, el
anteriormente mencionado, Bernard Herrmann. Él también creará una banda sonora
bastante innovadora, ya que en ella abundan los característicos sonidos distorsionados electrónicos comentados en el film anterior, a los que, además, imprime su particular ritmo trepidante que algunos años más
tardes tan buenos resultados darían junto a las películas del maestro del suspense, Alfred Hitchcock.
Y
así se van sucediendo los años 50, con nuevas películas cuya temática gira en
torno a invasiones extraterrestres y cuya finalidad no es otra que asustar al público asistente a las salas de cine. De entre ellas hay otra que podemos destacar, como:
“Vinieron del Espacio” (Jack Arnold, 1953). Que cuenta con los
compositores Irving Gertz, acompañado nada más y nada menos que por un joven Henry Mancini, quien esta vez deja sus temas jazzísticos para crear una partitura de
terror futurista.
“Invasores de Marte” (William Cameron Menzies, 1953). Acompañada por la intrigante banda sonora a cargo de Raoul Kraushaar, autor que lograba crear
el ambiente deseado con un acertado acompañamiento de voces de corales.
O
la gran obra de 1956: “La invasión de los ladrones de cuerpos” a cargo
de Don Siegel y con el norteamericano Carmen Dragon como autor de la banda sonora.
Película de culto que también tendría su adaptación en 1976: “La invasión de los ultracuerpos”, esta vez con Philip Kaufman en la dirección.
Película de culto que también tendría su adaptación en 1976: “La invasión de los ultracuerpos”, esta vez con Philip Kaufman en la dirección.
La
década de los sesenta empezamos a notar cierto cambio en la corriente del
género de la Ciencia Ficción. Si en las dos décadas precedentes las películas
habían girado en torno al terror con invasiones extraterrestres como tema principal, en los 60 se
empiezan a realizar otro tipo de filmes en los que, aunque mantienen cierto
aire de misterio, empiezan a tener un componente más de aventuras.
Un
claro ejemplo de ello lo tenemos en el film británico “La gran sorpresa” (Nathan Juran, 1964). Para él, el
compositor Laurie Johnson, crea un potente tema principal que da fuerza a la
gesta realizada por los protagonistas del film, al igual que crea una atmósfera de incertidumbre sobre los posibles peligros a los que se verán expuestos en el
inhóspito paisaje lunar.
También
del Reino Unido nos llega la serie animada para televisión realizada con
marionetas: “Guardianes del espacio”.
Curiosa producción de 32 episodios que comenzaría en 1965 y finalizaría en 1966
sobre las aventuras espaciales del equipo “Thunderbirds”. En cuanto a su melodía, lógicamente en ella
notamos un cambio más que considerable, con un sonido que nos recuerda más a
las películas de agentes secretos que a las de Ciencia Ficción. Y que, curiosamente, correría a cargo de otro Barry, Barry Gray.
Pero
si hay una serie que marca una época, esta es la longeva “Star Trek” (1966-1969).
Y lo que comenzó siendo un serial sobre las andanzas de la tripulación de la astronave USS Enterprise para la pequeña pantalla,
terminaría por convertirse en todo un fenómeno de masas que transciende hasta
nuestros días.
Pero
como este tema dará mucho más que hablar en adelante, pasaremos a mencionar al
culpable de la melodía que acompañó a la Enterprise durante aquellos cuatro
años de emisión, que no es otro que Alexander Courage. Él sería el encargado de
componer el tema de inicio y final, ya que la serie contó con otros
compositores para la música de los diferentes capítulos como Fred Steiner, George Duning, Gerald Fried, Sol
Kaplan o Jerry Fielding.
Aunque
estas dos no serán las únicas mencionables, ya que también tenemos en 1967 “Los invasores” (Serie TV). Con melodía a cargo de Dominic
Frontiere. Todas ellas formando parte de lo que sería una larga lista de series
televisivas de Ciencia Ficción en la década de los 60.
Pero
es en 1968 cuando se da el gran volantazo a la trayectoria de la Ciencia
Ficción espacial. Y el encargado de darlo no es otro que el genio
Estadounidense, Stanley Kubrick, quien con su obra maestra “2001: Una odisea en el espacio” se
desprende de todos los tópicos anteriores y crea una obra que es en esencia
pura filosofía.
Kubrick adaptaba con tal sutileza el difícil relato de Arthur C. Clarke, que realmente lograba dar un salto al futuro. Tanto que, tras esta, todas las obras precedentes parecerían filmes de Serie B.
Kubrick adaptaba con tal sutileza el difícil relato de Arthur C. Clarke, que realmente lograba dar un salto al futuro. Tanto que, tras esta, todas las obras precedentes parecerían filmes de Serie B.
En
cuanto a su banda sonora, en esta ocasión, no disfrutaremos de una banda sonora
original, sino que su score está compuesto por varios temas de autores clásicos, entre
los que destacan el “Así habló Zaratustra” de
Richard Strauss o "El Danubio Azul" de Johann Strauss (hijo). Además
de otros grandes temas de compositores sinfónicos contemporáneos como György Ligeti y Aram
Khachaturian (Perfecta elección el adagio de “Gayane” de Khachaturian para describir la soledad del espacio).
Como
dato curioso comentar que, Ligeti, denunció a Kubrick por no respetar los
derechos de autor al haber insertado su obra en el film sin su consentimiento,
-Kubrick había usado partes del “Réquiem”,
“Lux aeterna” y “Atmosphères” de Ligeti-.
Por lo que el compositor pidió ante los tribunales que le fuera compensado con
1 dólar. Cuantía irrisoria que mostraba más el enfadado por el hecho de haber usado su obra sin su consentimiento, que por sacar alguna compensación
económica por el empleo de la misma. Al final, todo esto terminaría repercutiendo
favorablemente al compositor, ya que el hecho de que sus melodías acompañaran a la obra maestra de Kubrick dio mayor popularidad a la obra y al autor, quien hasta entonces su popularidad se limitaba a círculos especializados.
Lo
más curioso de todo es que, si la película de Kubrick cambiaba el concepto
cinematográfico de la Ciencia Ficción espacial, no lo hacía, al menos de manera
consciente, en su acepción musical. Y digo de manera consciente, ya que si bien
el film se acompaña de temas clásicos, esto lleva a la reflexión a algunos de
los compositores vinculados al Séptimo Arte, quienes buscarán en dichos autores
clásicos la inspiración para las composiciones en posteriores aventuras
espaciales.
Así,
Kubrick daba el paso a una era dorada en el cine de Ciencia ficción, que
casualmente, esta vez sí, vendría acompañada de una explosión creativa musical gracias
a la entrada en escena de varios jóvenes pero consagrados compositores
cinematográficos que tomarían el relevo para enfrentarse al nuevo reto que se
abre ante ellos. De esta manera vemos cómo surgirán las melodías de Goldsmith, quien ese mismo año de 1968 compondrá
la atonal banda sonora de “El planeta de los simios”
(Franklin J. Schaffner), para posteriormente ir dejándonos otra composiciones más sinfónicas en películas del género como: “La fuga de Logan” (Michael Anderson, 1976), el reconocible tema de
“Star Trek, la película”
(Robert Wise, 1979), así como algunas de sus posteriores secuelas, o “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979).
Pero
si hay alguien que destaca sobre los demás en este portentoso periodo, ese es
el grande entre los grandes, John Williams.
Williams,
menos arriesgado que el experimental Goldsmith, rebusca entre las obras
clásicas para nutrirse con los temas de los románticos o postrománticos: Wagner,
Dvorak o Holst, así como de otros autores más modernos como el ruso Prokofiev o
la épica de uno de los pioneros de la música de cine, el austriaco Erich
Wolfgang Korngold. Pero como diría el propio Williams:
"Cuando George Lucas
me pidió que escribiera un tema para Luke que fuese a un tiempo heroico y de
esencia idealista, y que fuese presentado en forma de fanfarria, asocié en mi
mente el heroísmo de Korngold, el idealismo de Holst y las fanfarrias de Elgar.
Todo esto obviamente implica una inevitable semejanza con Kings Row y con
muchas otras composiciones, pero desde un punto de vista temático, armónico y
melódico todas las notas son de mi propia cosecha."
Y
así es como Williams, en 1977 hace para la música de cine lo que Kubrick hizo
nueve años antes para el cine de ciencia ficción cuando compone para George
Lucas la que será una de sus primeras obras maestras: “Star Wars”.
Film que años más tardes, y tras la aparición de la nueva precuela, se
convertiría en España en la inmemorizable: “La
guerra de las galaxias. Episodio IV: Una nueva esperanza”.
Banda
sonora que no solo igualría, sino que incluso mejoraría unos años más tardes con la inclusión de algunos
nuevos temas en el episodio inmediatamente posterior (V): “El Imperio contraataca” (1980). Filme para el que crea su imponente “Marcha Imperial”, tema que sirve como leitmotiv para uno
de los mayores malvados del Séptimo Arte, Darth Vader.
Finalmente, cerraría la primera de las trilogías con algo menos de boato en “El retorno del Jedi” (1983). Film, que
al igual que en las dos anteriores, contaría con algunos potentes y contrastados temas
sinfónicos en ambos bandos y donde aparecerían otros más ligeros y joviales
como el “Parade of the Ewoks”.
Esta
colaboración, se prolongaría en la innecesaria trilogía (precuela) que nos
llevaría a la confusión a todos los admiradores de la primera, con su baile de
números romanos y con su imposible anacronismo tecnológico, en el que los
padres combaten con una tecnología más avanzadas que sus vástagos. Pero donde,
afortunadamente, Williams sale victorioso de este difícil órdago.
Estaremos
pendiente de lo que ocurre en la futura nueva trilogía a cargo del nuevo
Spielberg, el señor J. J. Abrams (Lost, Star Trek). Para la que parece estar
confirmada la participación del octogenario compositor.
Así,
la década de los setenta parece ser un coto privado del dueto formado por
Goldsmith-Williams, quienes triunfan con sus respectivas melodías en filmes de
Ciencia Ficción.
Y si Goldsmith lo hacía con las ya mencionadas, Williams no se conformaría con menos y nos dejaba otras grandes composiciones como, la brillante partitura para la cinta del pujante Spielberg: “Encuentros en la tercera fase” (1977) o la gran banda sonora que acompañaría en 1978 al hercúleo alienígena de Krypton “Superman” (Richard Donner), obra que contaría con un tema principal realmente deslumbrante.
Y si Goldsmith lo hacía con las ya mencionadas, Williams no se conformaría con menos y nos dejaba otras grandes composiciones como, la brillante partitura para la cinta del pujante Spielberg: “Encuentros en la tercera fase” (1977) o la gran banda sonora que acompañaría en 1978 al hercúleo alienígena de Krypton “Superman” (Richard Donner), obra que contaría con un tema principal realmente deslumbrante.
La
década de los 80 comenzaba con muy buen pie y, aparte de las composiciones ya
mencionadas del omnipresente Williams, vemos como un gran número de nuevos compositores
se van sumando a una, cada vez mayor, lista de filmes de Ciencia Ficción. Hecho
que hace, que se complique cada vez más la tarea emprendida por este servidor.
Así,
si en los inicios de esta década podíamos escuchar la segunda parte (ahora V) de la
trilogía de La Guerra de las Galaxias,
dos años más tardes seríamos participes de un nuevo gran acontecimiento
cinematográfico para todos los amantes de los ambientes futuristas.
Si
bien el film al que hago mención no conseguiría, en un primer momento, hacerse
con el éxito esperado. Fundamentalmente debido a dos factores:
- La coincidencia en el estreno con el otro film que veremos a continuación: “E.T.: El extraterrestre”.
- El inusual ritmo de la cinta, mucho más pausado.
Todo
ello, traería como consecuencia que el
público se retrajera a la hora de ir al cine a ver el film, ya que ansioso por encontrarse con otra trepidante y
luminosa “Star Wars”, se ve inmerso
en un sórdido y turbio ambiente futurista con argumento de cine negro.
Afortunadamente,
el tiempo no tardó en corregir el error y ponerla en el lugar que le
correspondía para, finalmente, llegar a ser considerada obra de culto y
todo un clásico moderno.
Pues
sí, me estoy refiriendo a la genial obra de Ridley Scott: “Blade Runner”.
Es cierto, que la atmósfera ciberpunk creada por el director para el film, dista mucho de la luminosidad épica de Star Wars, y que, con su trama de cine negro, se distanciaba en exceso de las aventuras espadachinescas de la trilogía de Lucas. Pero… precisamente ahí es donde radica el encanto del film, en su asfixiante atmósfera, su turbio romanticismo y su demoledor mensaje filosófico que corona en su impactante escena final…
Es cierto, que la atmósfera ciberpunk creada por el director para el film, dista mucho de la luminosidad épica de Star Wars, y que, con su trama de cine negro, se distanciaba en exceso de las aventuras espadachinescas de la trilogía de Lucas. Pero… precisamente ahí es donde radica el encanto del film, en su asfixiante atmósfera, su turbio romanticismo y su demoledor mensaje filosófico que corona en su impactante escena final…
Pero
toda ella no habría sido la misma de no haber ido acompañada de la sublime y
electrónica banda sonora de Vangelis, ya que el compositor nos arropa, a la
vez que nos seduce e hipnotiza con su soberbia melodía. Vangelis, acierta al crear una
partitura que se fusiona con la oscura y deprimente atmósfera del film, pero no
con la intención de redundar en ello, sino para hacerla más llevadera.
Ahora
pasemos al film que mencionábamos anteriormente: “E.T.: El extraterrestre”. Con un director, Steven Spielberg, en
apoteósica ascensión y su inseparable escudero John Williams a la batuta, nos encontramos a esta
tierna y familiar cinta destinada a encumbrar al que ha sido el extraterrestre más querido de la
historia del cine, E.T.
Williams
vuelve a hacer de las suyas y, para esta ocasión, escribe un hermoso tema
épico-romántico con el que, tanto disfrutamos como lloramos, aquellos niños de los 80.
Gran partitura llena de lirismo de las que sólo saben hacer grandes
compositores del cine.
Y poco
a poco vemos como van incorporándose nuevas adquisiciones al cada vez más lucrativo mercado
de la Ciencia Ficción, el cual va absorbiendo autores más o menos consagrados,
o más o menos originales.
Así,
siguiendo la pauta de música electrónica marcada por Vangelis, destacan otras composiciones
como la de Jack Nitzsche, quien escribe en 1984 la banda sonora del film de John
Carpenter: “Starman”. O en el
mismo año, tenemos a Brian Eno y Toto coescribiendo el score de la enigmática
cinta de David Lynch “Dune”.
Igualmente,
tenemos a otros compositores que siguen una línea más sinfónica y comercial,
entre los que destacan James Horner, autor que tomará el relevo de alguno de
los grandes para, de esta manera, convertirse en uno de los nuevos protagonistas en
el escenario de la Ciencia Ficción y de las bandas sonoras en general en la década de los 80. Entre
uno de sus primeros éxitos tenemos la melodía del film “Cocoon” (Ron
Howard, 1985). Aunque tengo que puntualizar que se trata de todo un veterano,
con una corta pero intensa trayectoria en este género: “Los siete magníficos del espacio” (Jimmy T. Murakami, 1980), “Star Trek II. La ira de Kan” (Nicholas
Meyer, 1982) o “Krull” (Peter Yates,
1983).
Pero
él no será el único que continúe por la línea sinfónica, porque tenemos a otros
como Craig Safan, autor que logra una memorable composición en el film juvenil: “Starfighter: La aventura comienza” (Nick Castle, 1984). Película que contó con unos más que
aceptables efectos especiales, aunque un guion algo carente. Al menos, llegó a ser lo suficientemente complejo para entretener al público juvenil al que iba destinado -que se suele conformar con poco-. Y , aunque el título del film
hacía presagiar una futura continuación, al menos su título en español así lo dejaba entrever, tuvo su
comienzo y su fin en esta única aventura.
Pero
si de algo no adolecía el film era de poseer una poderosa y épica banda sonora
que, de haber ido acompañando a otra película de más éxito, más de uno la tendría en su recuerdo.
También tenemos el ecléctico comienzo de Alan Silvestri en la década de los 80, quien en 1986 nos dejaba una movida banda sonora
electrónica en la aventura familiar de “El
vuelo del navegante” (Randal Kleiser), mientras en 1987 cambiaba de registro con una cañera banda sonora, donde la electrónica perdía protagonismo en pos del sinfonismo del “Depredador” de John
McTiernan, para finalizar la década con un sonido rayano en lo místico en el
angustioso film de James Cameron “Abyss”.
La
década de los 80 también nos dejaba otras curiosidades, como el poder escuchar
al gran Henry Mancini, esta vez en solitario, pero volviendo a dejar a un lado los temas jazzísticos a los que nos
tenía acostumbrados. Así compone una nada desdeñable melodía cargada de fuerza con la
que acompaña a la cinta británica: “Lifeforce, la fuerza vital”
(Tobe Hooper, 1985).
O
el fallido producto nacional “El caballero del dragón”. Donde tenemos al director Fernando
Colomo dando un giro inesperado a su carrera abandonando momentáneamente la comedia para dirigir esta película fantástico-medieval que contó con un buen presupuesto, un buen
reparto internacional: Klaus Kinski y Harvey Keitel y buenos actores nacionales
Fernando Rey, Julieta Serrano,… Y el supuesto reclamo para los adolescentes con la
estrella musical del momento convertida en actor, Miguel Bosé (con un papel hecho a su medida, el de
extraterrestre). Pero en la que nada funcionó. Salvo Miguel Bosé que hizo muy
bien de sí mismo.
Bueno,
nada no, José Nieto estuvo a la altura y firma una obra que crea de manera solvente todos los
ambientes en los que se desenvuelve la película, el medieval, el fantástico y
el supuesto misterio. Magnífica composición para tan insustancial película.
La
nueva década, la de los noventa, la abrimos con otra estupenda y pegadiza
composición de uno de los grandes, Goldsmith. En esta ocasión acompañando al
anabólico Schwarzenegger y a la atractiva femme fatale, Sharon Stone en el film
de Paul Verhoeven: “Desafío Total”. Película
basada en un nuevo relato de Philip K. Dick - el mismo que daría lugar con su
novela “¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?” a la memorable "Blade
Runner" -.
Tras
esta, veremos otra melodía que nos traerá muchos recuerdos, al menos, en lo que fue
su tema de inicio. Para ello, volvemos a la pequeña pantalla y acompañamos a los
agentes especiales del FBI, Mulder y Scully en sus paranormales misiones: “Expediente X” (1993-2002).
Serie que tendría una muy buena acogida y que alentaría a más de un conspiranoico a demostrar que sus teorías eran ciertas. Y en la que Mark Snow nos dejaba este intrigante, frío y aséptico tema de inicio.
Serie que tendría una muy buena acogida y que alentaría a más de un conspiranoico a demostrar que sus teorías eran ciertas. Y en la que Mark Snow nos dejaba este intrigante, frío y aséptico tema de inicio.
En
la década de los 90 van incorporándose, a la ya larga lista de compositores, otros grandes nombres como el de David Arnold, quien nos deja dos importantes bandas
sonoras para películas de alienígenas. La de 1994, “Stargate, puerta a las estrellas”, y dos años más tarde, acompañando al gran panfleto propagandístico estadounidense: “Independece Day” (1996), ambas dirigidas por mi tocayo el alemán Roland Emmerich. Y cintas ambas en las que David Arnold consigue realizar dos estupendas y poderosas partituras.
En
1996 le llega el turno a Danni Elfman. Lo hace en la paródica obra de Tim
Burton “Mars Attacks!”. El
gótico por antonomasia, rinde un emotivo homenaje a las composiciones de los
años 50 y crea una banda sonora de corte herrmanniano con la que abre y cierra
el despropósito monumental creado por Burton.
En
1997 vemos como siguen llegando consagrados compositores que van dejando su
huella en el cine de Ciencia Ficción Estelar. Los dos primeros vienen de Europa
y nos dejan unas partituras que parecen
ir más a adentrarse en el subconsciente del espectador que en enfatizar la
acción del film. Así, tenemos al francés Eric Serra en “El quinto elemento” acompañando a su director estrella, Luc
Besson. Y, aunque Serra logra mantener su característico estilo electrónico chill
out, como el que ya empleara en anteriores trabajos como “El gran azul”, para esta nueva ocasión buscará un mayor predominio de lo sinfónico sobre la música electrónica.
El
otro caso es el minimalista británico, Michael Nyman. En una de sus raras incursiones
para la industria norteamericana.
Nyman logra con su bella composición dar ese punto de insensible dramatismo que emana del film de Andrew M. Niccol: “Gattaca”. Para ello crea un tema principal que, a la vez que hermoso, parece distante. Muy acorde con la sensación que experimenta el joven e imperfecto protagonista del film en su lucha contra el segregacionismo genético en ese frío mundo de seres ideales.
Nyman logra con su bella composición dar ese punto de insensible dramatismo que emana del film de Andrew M. Niccol: “Gattaca”. Para ello crea un tema principal que, a la vez que hermoso, parece distante. Muy acorde con la sensación que experimenta el joven e imperfecto protagonista del film en su lucha contra el segregacionismo genético en ese frío mundo de seres ideales.
Y
si los europeos quieren llegar al espectador de una manera sutil y cerebral, el
norteamericano Basil Poledouris no se anda con remilgos y va directo al corazón creando una intensa composición de corte épico con la que intenta salvar a un
film de dudoso mensaje, pésimas interpretaciones, pero mucha acción: “Starship Troopers” (Paul
Verhoeven).
El
nuevo milenio vendrá cargado de grandes composiciones. Y ¿qué hay mejor que
empezar con uno de los grandes en una de esas extrañas incursiones en el cine
de Ciencia Ficción? Pues sí, ya que el elegido para componer la banda sonora de “Misión a Marte” (Brian De Palma, 2000) sería el maestro
transalpino Morricone. Y Don Ennio no defrauda, aunque ande algo alejado de los
géneros con los que había conseguido cosechar los logros que le otorgaron
la categoría de Gran Compositor del Séptimo Arte. De esta manera, Morricone nos demuestra que
ha llegado ahí por méritos propios, dejándonos una composición de gran calidad
y final apoteósico. Lástima que el film no diera para mucho.
En
2002 tenemos otra melodía de la que me gustaría hablar, la enigmática y fría música
electrónica de Cliff Martínez, con la que sembró todas las dudas posibles en el
psicológico remake de la cinta rusa de 1972 “Solaris” (Andrei Tarkovsky).
En 2002, Steven Soderbergh, realiza su versión del film ruso y elige al todo terreno George Clooney para el ascético papel. No sé si es que Soderbergh quiso hacer un film demasiado filosófico o que la obra de Stanislaw Lem es así de compleja –ya que no tengo el gusto de haberla leído-, lo cierto es que, aunque es una película que llegas a disfrutar con su visionado, su complejidad la hace fácilmente olvidable.
En 2002, Steven Soderbergh, realiza su versión del film ruso y elige al todo terreno George Clooney para el ascético papel. No sé si es que Soderbergh quiso hacer un film demasiado filosófico o que la obra de Stanislaw Lem es así de compleja –ya que no tengo el gusto de haberla leído-, lo cierto es que, aunque es una película que llegas a disfrutar con su visionado, su complejidad la hace fácilmente olvidable.
En
2005 tenemos la gran suerte de que Murray Gold se una a la franquicia de la
serie más longeva de ciencia ficción del mundo: “Doctor Who”. Serie británica de la BBC que comenzó a emitirse en
1963 y continuó sin interrupción hasta 1989. Tras un parón y un telefilm en 1996:
“Doctor Who: La película” (Geoffrey
Sax), vuelve en 2005 y continua hasta el día que escribo estas lineas.
Si el tema de inicio compuesto por Ron Grainer y Delia Derbyshire en 1963 se ha convertido en todo un referente de la música electrónica dejada en aquellos lejanos años sesenta, donde el
sonido del innovador Theremin marcaba la pauta en su “Tema de inicio”. Murray, para la nueva faceta del intemporal viajero extraterrestre realiza un trabajo sorprendente y, aunque arregla el tema de inicio
adaptándolo a los nuevos tiempos, no es sólo ahí donde destaca, sino que
podemos apreciar como en sus nuevas creaciones logra dejarnos unas melodías
espectaculares, como es el caso de este fantástico “I am the Doctor” que servirá como nuevo tema principal.
También
en 2005 tenemos la poco original pero efectiva “Zathura, una aventura espacial” (Jon Favreau). El compositor encargado para su
realización es el veterano John Debney, quien, como digo, no hace nada nuevo,
pero en donde tiene la virtud de, copiando estilos similares que acompañaron a algunos de esos gloriosos filmes de ciencia ficción, nos deja una banda sonora
nueva a la vez añeja.Score que servirá sobradamente para acompañar a este film de
aventuras espaciales para disfrutar en familia.
2007
vendrá con llamativas composiciones, la primera la veremos en el potente formato
Media Ventures de Zimmer, en esta ocasión a cargo de un discípulo aventajado,
Steve Jablonsky: “Transformers”. Michael
Bay es el encargado de plasmar en pantalla grande la serie animada japonesa,
sólo que lo hará mezclando personajes de carne y hueso con robots creados por
ordenador. El productor, un tal Steven Spielberg, tenía una ligera corazonada
cuando se hizo cargo del proyecto y no racaneó en el presupuesto. Con unos 150
millones de dólares USA, se convirtió en la película más taquillera de 2007,
recaudando algo más de 708 millones de dólares en todo el mundo. Se ve que este
Spileberg no sabía lo que hacía. Otra cosa es lo que pensemos del film.
La
otra es, la impresionante banda sonora del pretencioso film: “Sunshine” (Danny Boyle). Si en un
principio el guion hacía prometer, el film se va desinflando con extrañas
divagaciones metafísicas y acontecimientos manidos. Afortunadamente nos quedan
los grandes temas de John Murphy sobre los que gira el film, “In the House - In a Heartbeat” y sobre
todo el “Adagio In D Minor”, ya que
este redentor tema logra con su gran fuerza
transmitir todo lo que no es capaz de hacer el film de Boyle.
Y
así nos vamos aproximando al fin de la primera década del nuevo milenio,
periodo en el que muchas de las películas tratadas al principio nos situaban
en un futurista futuro, o por el contrario, donde muchos de los avances con los que convivimos hoy en día nunca llegaron a estar en la imaginación de ninguno de los
imaginativos novelistas o guionistas de antaño. Lo que sí es seguro es, que sigue siendo un buen periodo para aquellos productores dispuestos a invertir su dinero en un
acertado proyecto de Ciencia Ficción. Gracias a ello volvemos a contar con nuevas posibilidades para disfrutar de este prolífico género cinematográfico, y,
afortunadamente para muchos bsoadictos, seguimos y seguiremos deleitándonos con una considerable
cantidad de interesantes scores tanto en el presente como en el futuro.
Una
de estas la tuvimos acompañando la cinta de animación de la Disney:
“WALL.E” (Andrew Stanton, 2008). Curiosa
película de animación con un inicio
brillante que se va deshaciendo lentamente, pero que, aún así, obtuvo una muy
buena acogida, alzándose con el Oscar, Globo de oro y BAFTA a mejor película de
animación en 2008.
Para ella Thomas Newman firma una sólida y delicada banda sonora de muy agradable audición.
Para ella Thomas Newman firma una sólida y delicada banda sonora de muy agradable audición.
Y
antes de finalizar la primera década del nuevo milenio nos encontramos con
varias obras relevantes. La primera, la composición de un antiguo conocido,
James Horner, quien con su particular estilo y su consabido parabará se hace
cargo del film de un director con el que solía trabajar asiduamente, James
Cameron. El film es un visual y futurista western con la novedosa tecnología
3D, en donde los amerindios serían reemplazados por gigantes azules de ojos saltones: “Avatar” (2009). En ella, Horner, aunque repite
sus principales características, logra crear una intensa melodía para acompañar
los escasos momentos de acción, y sobre todo, aquellos más emotivos en los que
se empleará a fondo con la lírica.
Tras
esta veremos la sorprendente obra de Clint Mansell para la estéril “Moon” (2009), brillante e intrigante obra de Duncan
Jones, en la que Mansell consigue generar una opresiva y turbadora atmósfera
con la que mantiene el suspense de este elaborado thriller psicológico. Con
ella, tal como le ocurre a nuestro solitario protagonista, Mansell, lograba transportar
al espectador desde un estado de angustiosa intranquilidad al de serena redención del clímax final.
Y
ahora, pasemos a ver a uno de los autores que tomará protagonismo a nivel
compositivo en esta década irrumpiendo con gran fuerza en el género. No es otro que el fenomenal Michael Giacchino, autor que
han llegado a catalogar como el sucesor del
mismísimo John Williams, con quien logra presentar cierto paralelismo; ya que, aparte de su reconocida versatilidad y gran
capacidad compositiva, Giacchino va de la mano del que es considerado el nuevo
Rey Midas, el polifacético J. J. Abrams, a quien más de uno ha empezado a apodar
como el nuevo Spielberg. Curiosa coincidencia, al ir Williams ligado en muchos
de sus numerosos éxitos con Spielberg, mientras que Giacchino hace lo propio
con su recién nombrado sucesor.
Pues
este autor, que no es ningún desconocido en el mundillo de los bsoadictos, logra irrumpir con fuerza en el género de la Sci-fi estelar en 2009, el mismo año en que
conseguía su merecido Oscar por “Up”.
No es que la ciencia ficción fuera nueva para él, ya lo habíamos visto destacar en algunas de las series de Abrams, quien siente una especial predilección por este este género -al igual que le ocurriera a Spielberg-. Pero en este año, Giacchino, deja claro que no está sólo de pasada. Y nos deja la espectacular banda sonora de la precuela de una antigua conocida “Star Trek” (J. J. Abrams).
Aunque en un principio parecía haber sido una mala elección para comenzar, al tener que enfrentarse a las grandes composiciones de Goldsmith, Horner o al gran tema de la serie original de Alexander Courage. Giacchino consigue salir airoso, creando un gran “tema principal” y volviendo a dar protagonismo al fantástico tema de Courage en detrimento del de Goldsmith, como podemos apreciar en el “End credits”.
Hecho que se hace más notable en su segundo trabajo para la franquicia en 2013: “Star Trek: En la oscuridad”, de nuevo a las órdenes de J. J. Abrams. En donde se vuelve a acompañar de los temas creados para la anterior ocasión y añade otros nuevos de gran belleza e intensidad.
No es que la ciencia ficción fuera nueva para él, ya lo habíamos visto destacar en algunas de las series de Abrams, quien siente una especial predilección por este este género -al igual que le ocurriera a Spielberg-. Pero en este año, Giacchino, deja claro que no está sólo de pasada. Y nos deja la espectacular banda sonora de la precuela de una antigua conocida “Star Trek” (J. J. Abrams).
Aunque en un principio parecía haber sido una mala elección para comenzar, al tener que enfrentarse a las grandes composiciones de Goldsmith, Horner o al gran tema de la serie original de Alexander Courage. Giacchino consigue salir airoso, creando un gran “tema principal” y volviendo a dar protagonismo al fantástico tema de Courage en detrimento del de Goldsmith, como podemos apreciar en el “End credits”.
Hecho que se hace más notable en su segundo trabajo para la franquicia en 2013: “Star Trek: En la oscuridad”, de nuevo a las órdenes de J. J. Abrams. En donde se vuelve a acompañar de los temas creados para la anterior ocasión y añade otros nuevos de gran belleza e intensidad.
Y
así, ya metidos en la segunda década del nuevo milenio, continuamos con
Giacchino, ya que, una vez más a las órdenes de Abrams, lo volvemos a tener
componiendo el score de una curiosa cinta de toque retro que nos recuerda a
aquellas de los años 80: “Super 8” (2011).
El film, aparte de la nostalgia que pudiera despertar en algunos de nosotros, no tiene nada de especial y tan sólo se dedica a copiar viejos patrones de aquellas cintas de ciencia ficción para todos los públicos ochenteras, pero que Giacchino, con su maestría característica, logra salvar gracias a una gran banda sonora y un delicado tema principal que hubiera querido firmar el propio Williams.
El film, aparte de la nostalgia que pudiera despertar en algunos de nosotros, no tiene nada de especial y tan sólo se dedica a copiar viejos patrones de aquellas cintas de ciencia ficción para todos los públicos ochenteras, pero que Giacchino, con su maestría característica, logra salvar gracias a una gran banda sonora y un delicado tema principal que hubiera querido firmar el propio Williams.
Del
mismo año es la comedia en la que volvemos a encontrarnos con el autor de “Stargate”. Lejos de lo que podíamos
esperar, el británico David Arnold nos sorprende con este maravilloso tema con
el que finalizan las jocosas andanzas del extraterrestre “Paul” y sus dos frikis acompañantes. Trabajo realizado para la cinta que lleva como
título el nombre "propio" del alienígena protagonista: “Paul” (Greg Mottola, 2011).
Y
continuamos con otra nueva obra de Giacchino, ya comentaba anteriormente que
daría que hablar. En esta ocasión acompañando al descalabro más sonado de la
Disney “John Carter” (Andrew
Stanton, 2012).
Pero
si la potente factoría Disney se despeñaba con la superproducción que conseguía
la peor recaudación de toda su historia, no sería por culpa de Giacchino,
quien compone una solvente partitura épica y un hermoso tema romántico para el
navegante interplanetario.
Y
finalizaremos este inacabable resumen con una de las bandas sonoras que me más
me han gustado en este año de 2013. La melodía, coescrita por Tom Tykwer y sus
colaboradores habituales, Reinhold Heil y
Johnny Klimek, para el film que los hermanos Wachowski realizaban junto al compositor/director,
Tom Tykwer: “El atlas de las nubes”.
Impresionante
banda sonora en la que destaca su brillante “tema principal” para esta compleja y poética obra sobre
redención, amor y reencuentros en el tiempo de los creadores de “Matrix” (hermanos Wachowski) y “El perfume” (Tom Tykwer). Y todo ello pese a la
interpretación de un bienintencionado Tom Hanks.
No
sería de extrañar, visto lo visto, que en breve tuviera que incluir nuevas y
maravillosas composiciones, ya que, como podemos apreciar, la Ciencia Ficción
no está para nada muerta.
Pues espero que todo haya sido realmente de vuestro
agrado y se os pase pronto el empache de bandas sonoras de ciencia ficción.
Un
saludo.
Tengo sentimientos encontrados.
ResponderEliminarMe explico. Por una parte me alegra decir que esta sección, a la vista de la primera entrega promete, y mucho. Pero por otra parte me temo que en las posteriores entregas me atacará el virus de la falta de palabras porque casi todo lo que he visto en el cine de ciencia ficción está en esta primera entrega.
En esta entrega está lo que mis limitada experiencia como espectador de cine considera máximas cumbres de este tipo de cine: Star Trek, Metrópolis, El planeta de los simios, Blade Runner, ET el extraterrestre, Encuentros en la tercera fase, Superman, La guerra de las galaxias. Conviven en esta entrega con otras que no están nada mal y he disfrutado varias veces: Abyss, Desafío total, Alien y otras. Y, en mi opinión, figuran otras que están a mucha distancia, cuando no son malas películas, aunque su banda sonora (que es de lo que trata este blog) tenga consideración aparte y mejor que la propia película: Mars Attack, Independence Day y otras.
Pero si he de elegir el máximo de todas ellas no tengo ninguna duda de qué película ocuparía el número 1: 2001 Odisea del espacio. Vista hoy día sigue teniendo, después de tantos años, un tremendo atractivo, un magnetismo increíble, una fuerza considerable. Y también un enorme mérito si pensamos en los medios técnicos con que se podía contar en los años en que fue realizada, allá por 1968 y aún así el resultado es espectacular. Uno se pregunta: ¿de qué habría sido capaz Stanley Kubrick de haber contado con los medios técnicos y la tecnología informática actual? Estoy convencido que esta película debió suponer para Kubrick un auténtico salto al vacío.
Por supuesto, la música de 2001 A Space Odyssey está acorde con la suprema categoría del resto del film. Dejándose llevar por la combinación de imágenes y música, abriendo los sentidos y dejando que los acordes nos penetren los poros, para mí es imposible describir con palabras lo que se siente viendo la famosa escena del mono descubriendo la violenta utilidad de un fémur convirtiéndose este en una nave espacial que se mueve pausada y elegante en el espacio en uno de los giros visuales más espectaculas que haya dado nunca el cine.
Y todo eso no tendría el mismo efecto sin el apoyo, aquí vital, de la banda sonora. Lo que se escucha de Así habló Zaratustra pone los pelos de punta incluso sin ver las imágenes, así que en conjunto con ellas tengo que confesar que la primera vez que ví esto en el cine, en uno de aquellos de pantalla enorme de cinemascope, hoy inexistentes, sentí un escalofrío y un impulso de ponerme de pie que nunca más lo he sentido en ninguna pantalla.
Mucho se ha hablado sobre 2001 Odisea del espacio y muchos blogs hay en internet que hablan de ella y sus detalles: el monolito, el ordenador HAL 9000, etc. Señal de la profunda huella que ha dejado esta obra maestra cuya música es, también, una obra maestra aunque Kubrick utilizara piezas de música de forma particular y a su antojo. Pero le salió genial.
Un abrazo, Rolando.
¡Ufff! Una vez más el amigo Romero Landa vuelve a hacer alarde de sus grandes dotes mecanográficas, algo que, al igual que este nuevo post ha supuesto para usted, me ocurre a mí con sus esperadas entradas, me crean sentimientos encontrados.
ResponderEliminarY para que no existan confusiones me explicaré. Al mismo tiempo que espero sus mensajes cual novia de marinero, le temo como una vara verde, ya que sé que me obligará a estrujarme los sesos para darle una adecuada contestación a sus prolijos y acertados mensajes.
Así que, empezaré por el principio.
No se preocupe usted por la continuación de este apartado dedicado a la Ciencia Ficción (que de momento tardará en ver la luz), ya que, estoy seguro que conocerá muchas de las películas que estarán en ella, le pondré un ejemplo: "El Doctor Frankenstein" (James Whale, 1931), "El tiempo en sus manos" (George Pal, 1960) o "Matrix" (Hermanos Wachowski, 1999).
En cuanto a "2001: Una odisea en el espacio", ¿qué decirle que no hayamos hablado en otras ocasiones?...
Yo no tuve la suerte de poderla ver en pantalla grande, por lo que me vi obligado a conformarme con hacerlo en un ciclo de cine que montaron en mi instituto a finales de los 80, en una de aquellas pantallas medianas que lo mismo servían para ver diapositivas,retroproyecciones que películas. Y donde el equipo de sonido dejaba mucho que desear. Por lo que no me llegó a impactar de la misma manera que le ocurrió a usted, y menos aun, si no hubiera sido gracias al debate que se planteó tras la proyección, en donde, un brillante profesor de filosofía interino nos abría los ojos a aquellos jóvenes adolescentes de la gran belleza interna de aquella joya del Séptimo Arte. Algo que muchos de nosotros, incluido yo, habíamos pasado por alto, ya fuera por estar anonadados por la estética de sus imágenes o ansiosos por ver aparecer la deseada espada láser que nunca llego a entrar en escena (tenga en cuenta que nosotros esa -Star Wars-, sí la habíamos visto ya).
En cuanto a si Kubrick hubiera llegado a disponer los medios técnicos de los que cualquier director más pintado dispone hoy en día. Bueno, no creo que, en esencia, hubiera cambiado mucho el film, posiblemente los detalles serían mucho más nítidos. Pero, pienso, perdería más que ganaría, ya que gran parte del valor del film es haberlo realizado con los medios que existían en ese momento, hacer lo que hizo él hoy en día es casi un juego de niños, pero hacer lo que hizo Kubrick a finales de los sesenta... es todo una epopeya.
Aunque... sería una pasada poderla ver en 3D.
De la banda sonora no voy a hablar, que ya he dicho suficiente en el artículo.
Algo que sí me gustaría comentarle, ya que no lo ha hecho usted, es que, en esta ocasión, me ha salido un articulo muy romerolandiano.
Aunque visto lo visto, su extensión parece no llegarle a la altura de la suela del zapato, ni tan siquiera, al prólogo de su futuro aporte, jajaja.
Un fuerte abrazo.