miércoles, 10 de julio de 2013

Miguel Asins Arbó (Compositor)

Miguel Asins Arbó


Barcelona 1918 – Valencia 1996 (España).

Compositor que, aunque catalán de nacimiento, podemos considerarlo valenciano de corazón.

Este comandante del ejército español perteneciente al Cuerpo de Directores de Música del Ejército de Tierra desde 1944, es el autor de los acompañamientos  musicales  de algunas de las obras más significativas de la filmografía española de todos los tiempos.

Ya comentaba cuando vimos al maestro Antón García Abril, que debido a la idiosincrasia de un  país como el nuestro consumido tras la Guerra Civil y sometido a un régimen autárquico muy radicalizado y aislado tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de sus posibles aliados (Alemania e Italia). Dan como resultado, un país muy alejado de los destinos de la Europa de posguerra y con una frágil y tensa relación con una de las nuevas superpotencias nacidas tras el conflicto mundial, Estados Unidos. Más interesada en la ubicación estratégica de nuestro país que en el estado de sus ciudadanos, por más planes Marshall que nos vendieran.
Bien, pues una vez puestos en situación, tenemos a una industria cinematográfica española dedicada, sobre todo, a vendernos las virtudes de su heroico ejército vencedor,  una grandilocuente interpretación de la Historia de España y mucho folclore popular del momento, todo ello  a cargo de directores próximos o propios del régimen franquista, como fueron, Juan de Orduña -“A mí la Legión” (1942), “La Lola se va la los puertos” (1947), “Locura de amor” (1948) o “Agustina de Aragón” (1950)- o José Luis Sáenz de Heredia –“Raza” (1941) o “Franco, ese hombre” (1964)-. Y para más inri, todo ello acompañado de una dura censura que impedía cualquier tipo de crítica a la recatada moral del régimen, así como a la estricta política del mismo.
No es hasta la década de los 50 cuando notamos cierta relajación por parte de la censura… o ¿podríamos decir pericia por parte de los guionistas?, magos del doble sentido quienes de una manera mordaz y sutil logran encontrar resquicios para escapar del control de los censuradores.
De esta manera, surgen nuevos directores entre los que destaca el genio valenciano, Luis García Berlanga, quien no sólo dirige, sino que es coautor de los sarcásticos guiones de sus filmes junto a otros genios como Juan Antonio Bardem o Rafael Azcona, entre otros.
Y es en ese periodo cuando aparecen filmes como “¡Bienvenido, Míster Marshall!” (1953) o “Los jueves, milagro” (1957), ambos de Berlanga y las no menos interesantes obras del italiano Marco Ferreri: “El pisito” (1959) y “El cochecito” -ya en la siguiente década, 1960-, películas en las que también interviene Rafael Azcona, coescribiendo el guion junto al director.
A ellos, habrá que sumar la aparición de algún que otro director díscolo dentro de la propia maquinaría del régimen, como veremos a continuación.

Bien, se preguntaréis a que viene toda esta retahíla si lo que nos trae aquí es el maestro Miguel Asins Arbó. Bueno, pues todo este rollo que os he soltado, es para comentaros que, es precisamente con estos directores, Berlanga y Ferreri, con los que nuestro compositor escribirá sus mejores obras para el cine. Y que, aunque no serían ni la primera ni la última obra, sí que serían sus trabajos más representativos dentro del Séptimo Arte. Pero no nos adelantemos, ya que todo esto lo veremos con más detalle a continuación.

Como ya va siendo hora de empezar a conocer la obra de nuestro autor, lo haremos comenzando por sus inicios.
Es en 1954 cuando el director José Antonio Nieves Conde, director oficial quien tras su gran obra “Surcos” en 1951, empieza a tener serios encontronazos con el gobierno y la omnipresente iglesia, al tocar temas tan tabú en aquellos días como: la miseria, el estraperlo y el éxodo rural. Pues bien, es este indisciplinado director quien lo introduce en el mundo del Séptimo Arte, al encargarle componer la melodía de su película, la coproducción germano-española, “Rebeldía”, generando tan buena relación que dará lugar a varios trabajos más juntos, como la coproducción ítalo-española: “Todos somos necesarios” (1956). O la que llevaría definitivamente a este militante falangista a convertirse en un L’enfant terrible para el régimen: “El inquilino” (1957). Ácido y mordaz drama social en el que el director trata sin tapujos un tema que vuelve a estar de actualidad en nuestros días, como es el derecho a la vivienda. Película que fue en un principio censurada para estrenarse años más tarde, no sin antes, efectuar algunos cortes y cambiar el final del film por uno más adecuado y halagüeño.

Un año más tarde, y a las órdenes de un nuevo director, José María Forqué, compone la banda sonora de “Un hecho violento” (1958). Película que copia el formato carcelario del cine negro norteamericano y para la que nuestro autor crea un curioso híbrido entre rock and roll y swing, con el que acentúa  el deseado ambiente de película made in USA.

Y llegamos al gran momento.  Y aunque en esta primera ocasión no brillará en todo su esplendor, Asins Arbó realiza el primer trabajo para el italiano Marco Ferreri: “Los Chicos” (1959). Con una composición en la que deja entrever sus grandes dotes para generar ese tipo de atmósfera que tan bien había logrado crear Nino Rota en su simbiosis junto al director Federico Fellini. Esa extraña mezcla de joviales y melancólicas tonalidades que Miguel Asins Arbó irá puliendo y haciendo propias en los siguientes trabajos junto a Ferreri y, sobre todo, a Berlanga.

Así, un año más tarde tenemos la genial obra de Ferreri: “El cochecito” (1960), quien cuenta, al igual que hiciera en 1959 para su gran obra “El pisito”, con la colaboración del guionista Rafael Azcona.
Destacar la  deslumbrante interpretación de un más que veterano Pepe Isbert y la fantástica composición de Asins Arbó, quien nos deja este estupendo y vital tema de aires latinos, con las que nos vuelve a recordar al maestro Nino Rota y al cine de Fellini.

Pero, como ya hemos comentado anteriormente, hay otro director con las que brillarán las melodías de nuestro autor, este no es otro que el genio valenciano: Luis García Berlanga.
Si bien es cierto, que no son muchos los trabajos juntos, limitándose tan sólo a cuatro colaboraciones, en ellas, tanto director como compositor, logran crear un sello propio que dan lugar a algo mágico, llegando a tal entendimiento, que da la impresión de que director y compositor fueran una sola persona.
Pues de esta fenomenal simbiosis surgen obras como la de 1961: “Placido”. Si Berlanga ya había dado muestras con obras precedentes de su gran talento, filmando películas de la talla de “Bienvenido Mr. Marshall” (1953), “Calabuch” (1956) o “Los jueves milagro” (1957); filmes en los que retrataría con mucho sarcasmo la sociedad de posguerra española. Con “Placido” da otra vuelta de tuerca a esos retratos de la España costumbrista, para deleitarnos con esta nueva, ácida y fantástica comedia sobre la vida de unos humildes personajes en un país marcado por sus grandes diferencias sociales.
Berlanga se mofa de la hipócrita burguesía del momento con la célebre campaña navideña “Siente a un pobre a su mesa”, campaña que si bien era utilizada para limpiar la conciencia cristiana de las clases acomodadas, le sirve al director para componer un burlesco retablo con el que  remarcar estas incamufables diferencias de la España de posguerra.
Pero si el director daba el Do de pecho y sacaba a flote una de sus mejores obras tras muchos impedimentos por parte de la censura, Miguel Asins Arbó crea una de las composiciones que mejor han retratado el sentimiento de una época. Y, una vez más, lo hace con una obra cargada de tonos rotianos, con los que vuelve a generar ese ambiente a medio camino entre lo jovial y lo melancólico. Sonidos que tan bien reflejan el sentir de esa época de nuestra historia reciente. De esa sociedad urbana con un fuerte arraigo familiar, gracias a que aún conserva los patrones de comportamiento del recientemente abandonado mundo rural.
Y todo ello lo hará con un lánguido fox-trot y  su particular ritmillo. Ritmo que nos retrotrae a las melodías de aquellas orquestas itinerantes que amenizaban las fiestas y verbenas de los pueblos de la herida España de posguerra y que tanto gustaba a sus humildes pero optimistas ciudadanos.
Recordemos que, el film tendría tan buena acogida -tanto dentro como fuera de nuestras fronteras- que sería nominada al Oscar en 1961 a mejor película de habla no inglesa, así como a la Palma de Oro en el Festival de Cannes a mejor película.

Su posterior trabajo juntos tendría lugar tan solo un año más tarde, en la coproducción franco-ítalo-española: “Las cuatro verdades” (1962). Se trata de un film con cuatro historias basadas en las fábulas de Lafontaine, siendo cada una realizada por un director: Alessandro Blasetti, Hervé Bromberger, René Clair y nuestro Luis García Berlanga, quien una vez más vuelve a trabajar con Arbó y con Azcona, quien coescribe el guion del capítulo dirigido por Berlanga: “La muerte y el leñador”.

Tras esta, vendrá otra de las joyas de nuestro cine nacional creadas por el trio Berlanga-Azcona-Arbó: El verdugo” (1963). En este caso, se trata de una coproducción ítalo-española que girará en torno a un argumento mucho más lúgubre que el de “Plácido”. 
Esta comedía negra, muy negra, está magistralmente interpretada por un verdugo veterano con la facha del genio José Isbert y un sufrido Nino Manfredi encarnando a su yerno y neófito verdugo con muchas dudas existenciales.
Y film, para el que el dúo Berlanga-Azcona componen un genial alegato contra la pena de muerte. Con un discurso que vuelve a ir magistralmente acompañada por la melodía de nuestro autor, sólo que en esta ocasión, le saldrá un duro contrincante: Adolfo Waitzman, quien compone el alegre Twist que acompaña la escena final; escena en la que el director nos apunta cuan alejada está la sociedad de las miserias que ocurren a su alrededor.

Tras esta, aunque mantiene cierto compromiso con el cine, realizando las bandas sonoras de películas como “El buen amor” (Francisco Regueiro, 1963). Película que estuvo nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes. O la coproducción ítalo-española de 1968: “Un atraco de ida y vuelta” (Roberto Fizz), película que tendría como reclamo al veterano actor estadounidense Edward G. Robinson. 
Así, pasamos, desde principio de los setenta, un largo periodo de sequía que se romperá en 1985, año en el que vuelve con retomadas energías y compone dos bandas sonoras de gran calidad.
La primera, la escucharemos en la opera prima de Fernando Huertas: “El elegido”. Comedia negra con un José Luis López Vázquez en el papel de angustiado protagonista, realizando una de esas interpretaciones que nos recuerdan, en cierta forma, a aquella del espectacular corto de Antonio Mercero: “La Cabina” (1972). Y donde el Sr. Miguel Asíns Arbó vuelve a dejarnos una bella composición con su particular sonido de orquesta de pueblo y sus  clásicos acompañamientos para instrumentos de viento.
El segundo, se trata del cuarto y último trabajo del triunvirato (Berlanga-Azcona-Arbó): “La vaquilla”. Ya que tras este, Berlanga no contará con él para su siguiente película: “Moros y Cristianos” (1987). Película que a su vez, sería su última colaboración con Azcona.
Es cierto que, Berlanga, para el telefilm “Blasco Ibáñez” (1997) quiso contar con Arbó, pero debido al delicado estado de salud con el que contaba el compositor en aquella fecha, se vio obligado a desistir.
Así que pasemos a ver el film en cuestión: “La vaquilla”.
Para él, nuestro compositor cambia un poco el registro empleado en sus anteriores trabajos junto a Berlanga y escribe una música más tradicional y popular. De esta manera, realiza una banda sonora a base de pasodobles, charangas, marchas militares o procesionales que generan una atmósfera muy adecuada para esta comedia que se desarrolla en una zona rural en pleno frente de batalla de la Guerra Civil española.
Otra diferencia con los anteriores filmes es que, la gran mayoría de las composiciones, por no decir toda, son usadas como música diegética. Así aparecen acompañando a las diferentes escenas bien retransmitidas por los altavoces colocados en el frente, interpretados por la orquesta en la plaza de toros o la banda que acompaña la procesión.
Como curiosidad, comentar que el tema de “Plácido” es también empleado en alguna escena, así como algunos pasodobles de otros autores.
Pero si tenemos que destacar alguna de las composiciones realizadas para el film, son dos temas del maestro los que destacan sobre los demás. Por un lado está el “pasodoble, compuesto por nuestro autor expresamente para el film. Y por otro, el hermoso vals “Suspiros austrohúngaros”, que con su tono intencionadamente melancólico, acompaña al aguijoneante anuncio megafónico que proclama la fiesta de la Asunción en el lado nacional.

Y terminaremos nuestro repaso con la última obra dejada por el maestro Asins Arbó para el cine. Y lo hace en un film que parece una metáfora de la trayectoria de nuestro autor en su particular singladura compositiva: “¡Biba la banda!” (Ricardo Palacios, 1987). Cinta que narra las peripecias de una banda de música del ejército nacional en plena Guerra Civil Española, con un análogo argumento a los inicios como músico de nuestro maestro. Hecho que no tuvo que pasar desapercibido por el director para elegir a Asins Arbó a la hora de realizar la banda sonora del film. 
Así, nuestro autor logra firmar un espléndido trabajo, en el que es fiel a los temas castrenses que lo acompañaron a lo largo de su vida en el Cuerpo de Directores de Música del Ejército de Tierra.
Buena y atinada despedida de nuestro autor, quien tras esta, no volvería a componer para ningún otro film.

Pues, esto es todo por el momento, espero que haya sido de vuestro agrado para, en breve, retornar con nuevos autores y sus bandas sonoras.


Un saludo.

jueves, 4 de julio de 2013

Joe Hisaishi (Compositor)

Joe Hisaishi

Mamoru Fujisawa (seudónimo profesional: Joe Hisaishi), Nagano (Japón), 1950

Hoy veremos al que posiblemente sea el compositor cinematográfico más popular de Asia.
Nuestro autor no es ningún desconocido para los seguidores de la animación japonesa, al menos, para todos aquellos que lo sean del genial Hayao Miyazaki (“La princesa Mononoke”, “El viaje de Chihiro”, “Ponyo en el acantilado”,…). Al igual que tampoco lo será para los del singular y polifacético Takeshi Kitano (“El verano de Kikujiro”, “Brother”, “Dolls”,…) quienes, aunque desconozcan el nombre del compositor, sus melodías no les habrán pasado desapercibidas. Pero no adelantaré ninguna de momento, ya que de una gran parte de ellas hablaremos a continuación.

Este ecléctico y productivo compositor, es capaz de realizar composiciones en estilos tan diferentes como: minimalistas, electrónicos experimentales, clásicos europeos o clásicos japoneses.

Sus inicios para la composición de bandas sonoras se remontan a la década de los 70, periodo en el que comienza a obtener cierta popularidad, ejemplo de ello lo tenemos con la alcanzada gracias a las melodías de las series anime: “Hajime Ningen Gyatoruz” (1974) o “Robokko Beeton” (1976), todos ellos firmados con su nombre verdadero, Mamoru Fujisawa.
Estos trabajos para la televisión, más otras composiciones que irá realizando fuera de ella, le granjearán algo de fama en su país de origen. 
Tras este inicial auge de su popularidad y antes de publicar su primer disco en 1981, decide cambiarse el nombre por el seudónimo de: Joe Hisaishi. Esto lo hace en lo que es un claro homenaje al polivalente productor, director, arreglista, compositor y trompetista afroamericano Quincy Jones.
Al transcribir "Quincy Jones" al japonés quedaría como "Joe Hisaishi".
Es cierto, que mis conocimientos del Kanji -sinogramas utilizados en la escritura de la lengua japonesa- son nulas, pero si atendemos a los especialistas, nos dirían algo así:

“Quincy", pronunciado "Kuinshi" en japonés, se puede escribir con el mismo kanji de "Hisaishi", mientras "Joe" viene de "Jones".

Bien, pues una vez nacido el nuevo Joe Hisaishi, tras varios discos y alguna nueva colaboración para series de televisión anime; en 1984 componía la banda sonora del largo de animación “Nausicaä del valle del viento”.
Su espectacular banda sonora agrada tanto al director Hayao Miyazaki y a su Studio Ghibli que a partir de este momento no concebirá un film suyo sin las melodías de Hisaishi.
Y es que realmente Hisaishi hace un trabajo estupendo, en el que combina melodías sinfónicas de corte barroco con otras ambientales electrónicas que dan en el film un resultado asombroso.

Una vez asentado en el formato largo gracias a la composición anterior y, aunque sigue realizando temas para la pequeña pantalla y para algunos filmes no de animación, en 1986 creará dos nuevas grandes obras, en esta ocasión, otra vez en filmes de anime.
El primero lo tenemos en “Arion” (Yoshikazu Yasuhiko). Film manga que versa sobre un supuesto relato mitológico griego, en el que se nos narra la venganza del guerrero Arion sobre el dios Zeus.
Una vez más la banda sonora vuelve a ser impecable, con momentos épicos de una gran fuerza y belleza.
El segundo, de nuevo a las órdenes de Miyazaki, “El Castillo en el cielo”. Film Steampunk en el que Miyazaki genera una atmósfera de fantasía donde aprovecha para dejarnos claro los conceptos de su filosofía, algo que no era la primera ni la última vez que lo hacía en uno de sus filmes.
Para ella, una vez más, un Hisaishi ecléctico vuelve a sorprendernos con esta mezcla sinfónica intensa, brillante y de gran delicadeza.

En 1988 compondrá la majestuosa banda sonora del nuevo film de Miyazaki: “Mi vecino Totoro”. Película en la que nos seducen tanto Miyazaki con su cuento sobre seres mitológicos y su poderoso mensaje de luchas entre el bien y el mal, con el que el director aborda el tema sobre el necesario respeto a la naturaleza para mantener el delicado equilibrio que subsiste en las sociedades industrializadas. Así como lo hace Hisaishi al acompañar este bello relato con una fantástica melodía en la que logra, gracias a su sinfonismo y el empleo de voces corales, dar una fuerza desbordante a su composición.

La década de los 90 será un periodo muy fructífero, en ella, además de mantener su relación con Miyazaki, para el que compone las bandas sonoras de sus películas de animación como la del célebre film del porcino aviador: “Porco Rosso” (1992). Además establece contacto con un director que le dará giro de tuerca a su carrera: Takeshi Kitano.
Pero vayamos por parte, ya que si tenemos que destacar alguna composición en esta década, en el caso del primero, la tenemos con la maravillosa “La Princesa Mononoke” (Hayao Miyazaki, 1997). Fantástica obra en la que el director establece nuevamente la mágica lucha entre la vorágine del hombre moderno con sus avances tecnológicos e industriales, contra una frágil y deteriorada naturaleza representada en forma de seres mitológicos japoneses.
Hisaishi opta por crear para acompañar este bello relato un poderoso tema principal de corte romántico y tonos asiáticos, mientras que usará otros de tonos épicos o dramáticos según lo requiera el desarrollo del film. En conjunto, ambos, nos dejan un místico y ecológico relato de gran belleza y muy agradable visionado que le servía a Miyazaki para alcanzar el prestigio internacional que se le había resistido hasta el momento.
Con el segundo (Kitano), aunque su relación se inicia a principios de los 90 con el film de 1991 “Escenas en el mar” y continua con “Sonatine” en 1993. No es hasta 1997, con “Hana-Bi”, cuando nos encontramos la primera gran composición de nuestro autor para él. Aunque para mí gusto, no sería hasta 1999 cuando logra realizar la que es una de sus mejores obras junto a Kitano y, posiblemente, una de sus más grandes obras de toda su carrera (al menos de lo que nos ha dejado hasta el momento). Y lo hace en un curioso, algo surrealista y tierno relato a cargo de este polifacético artista nipón: “El verano de Kikujiro”.
Hisaishi, con el tema principal “Verano”, nos dejará una de sus obras más positivas y vitales de toda su carrera. Gran composición para esta simpática cinta, donde tenemos a un Kitano muy diferente, ya que en él interpreta el papel de un tierno ex yakuza de poca sesera. Con el que Takeshi se aleja de sus anteriores papeles de gánster violento y se acerca más al rol pasayesco que adquirió en su programa de humor “Takeshi's Castle” -en España: “Humor Amarillo”-.

Iniciamos el nuevo milenio con un emprendedor Hisaishi que filmaba en 2001 su propia película. En ella dirige, escribe el guion y, lógicamente, compone la banda sonora. Me refiero al film: “Quartet”. Cinta que, aunque no tuvo una buena acogida, presenta una banda sonora extraordinaria en la que destacan sus melodías sinfónicas barrocas y románticas, así como otras de corte clásico japonés. Todas ellas realizadas para un cuarteto de cuerda, ya que el guion versa, como el  propio título del film indica, sobre la vida de los integrantes de un cuarteto compuesto por cuatro jóvenes músicos.

Este mismo año, nos dejaba otra de sus grandes obras, la gran banda sonora que acompañaba a la obra maestra de Hayao Miyazaki: “El viaje de Chihiro”.
Es cierto que, aunque ninguno de los dos hacen nada nuevo, dedicándose ambos  a repetir formatos anteriores, el resultado es sorprendente. Así, si Miyazaki nos vuelve a dejar una hermosa obra llena de magia y buenas intenciones. Hisaishi realiza una maravillosa y delicada composición con un bello tema central.
No sé qué conjunción se produjo en el film, quizás fuera la veteranía de ambos, pero lo cierto es que, el resultado del film fue excelente. Esto, acompañado de la trayectoria del realizador, daba lugar a que el film lograra alzarse con grandes premios como el Oscar a mejor largometraje de animación, Oso de Oro del Festival de Berlín, National Board of Review a mejor largometraje animado o la nominación al BAFTA a mejor película de habla no inglesa.

Como dato curioso indicar que, aunque nuestro autor no se prodigue mucho fuera de sus fronteras, excepcionalmente, sí que las traspasa. Y en este año de 2001 tenemos un claro ejemplo de ello, ya que realiza la banda sonora del film francés “Érase una vez…”.
No es que se trate de una composición sobresaliente de nuestro autor. Más bien, aunque mantiene el alto nivel que en él se caracteriza, vuelve a escribir una partitura fiel a su estilo y con pocas variaciones y, nuevamente, de una gran delicadeza.

Es Miyazaki quien vuelve a reclamarlo en 2004 para que le escriba la melodía de “El castillo ambulante”. Nuevo film de animación steampunk donde el director narra una historia cargada de magia, pero donde deja algo apartada su filosofía conservacionista.
Por su parte, Hisaishi vuelve a componer una obra de gran calado y bello tema principal en forma de vals que le valió el premio a mejor banda sonora de la Asociación de Críticos de Los Ángeles.

En 2005 tenemos una de esas películas en las que seremos capaces de ver la Segunda Guerra Mundial desde otra perspectiva, la del bando japonés: “Yamato” (Junya Sato).
Cinta  bélica sobre los últimos días del acorazado Yamato, buque encargado de realizar una operación suicida contra la flota norteamericana poco antes del final del conflicto. Donde un sorprendentemente ecléctico Hisaishi realizando una bella y épica composición que nos puede incluso a llevar a confusiones, ya que su obra nos recuerda a melodías de Williams, Zimmer o incluso Morricone.

Nos acercamos ya al final de este artículo al irnos a un cercano año de 2008 para ver dos nuevas bandas sonoras.
La primera, la de la composición que acompañó al interesante film japonés que se hizo con el Oscar a mejor película de habla no inglesa ese mismo año. La emotiva “Despedidas”.
Tierno relato sobre un joven violonchelista que es despedido en la orquesta en la que toca el cello y terminar aceptando el difícil trabajo de amortajador, labor que acepta enfrentándose a la voluntad de su propia esposa, pero con el que emprende un iniciático viaje  junto  a su entregado mentor. Personaje que le descubrirá que la felicidad puede encontrarse en trabajos tan insólitos como el de ellos.
Lógicamente, Hisaishi hacía recaer el peso de su composición sobre una bella melodía para chelo (instrumento de nuestro joven protagonista), dejándonos un hermoso tema principal cargado de melancolía y a la vez un inusitado optimismo.
La segunda, una vez más a las órdenes de Hayao Miyazaki, “Ponyo en el acantilado”. Posiblemente sea el único film de Miyazaki destinado realmente a un público infantil, aun así, los no tan jóvenes admiradores del director pudimos disfrutar con el mágico film de la niña pez.
Nuestro autor, capta el órdago lanzado por el director y compone para ella un alegre tema principal y una banda sonora que vuelve a estar a la altura de los acontecimientos.

En 2011, con el compositor cambiando de tercios, escribe la partitura del videojuego “Ni no Kuni: La ira de la Bruja Blanca”. Juego de Rol lanzado en España en febrero de 2013 en el que colaboraba Studio Ghibli -el mismo de Hayao Miyazaki-.
En sí, el juego parece una película de Miyazaki en la que podemos interactuar asumiendo el papel del niño protagonista. Por lo que Hisaishi no cambia de registro y, aunque sí concede un aire más épico en varios de sus temas, mantiene como norma general el estilo de sus composiciones precedentes para Studio Ghibli.

No podía dejar de mencionar que en 2013 durante la gira de promoción de su último film: "El viento se levanta", Hayao Miyazaki, anunciaba su retirada. Como no podía ser menos, en este film que, como otros muchos de Miyazaki, volvía en 2014 a optar al Oscar en la categoría de mejor film de animación, era Joe Hisaishi quien lo acompañaba en el apartado musical. 
Fiel a la trayectoria de su relación, el compositor volvía a crear una obra en la que ambos introducían pocos cambios. Esto no es que sea malo, visto el alto nivel que han mantenido tanto director como compositor durante todo el tiempo que ha durado este matrimonio artístico, por lo que ambos nos dejan una obra sobresaliente dentro de la linea de otras obras precedentes.

No ocurría lo mismo este mismo año, cuando un deslumbrante Joe Hisaishi componía para otro de los directores de Studio Ghiibli, Isao Takahata "La princesa Kaguya" (2013). Estética cinta basada en el cuento popular anónimo del siglo IX, "El cuento del cortador de bambú", que vio la luz tras ocho duros años de trabajo. El compositor se luce y nos deja una banda sonora en la que combina melodías de corte medieval japonesas con otras de estilo contemporáneo y una delicadeza sublime, aquí os dejo otro de los temas para que podáis disfrutar de esta magnifica banda sonora "The tale of Princess Kaguya".

Pues, es todo de momento, aunque con un autor tan prolífico como el que nos trae hoy aquí, es normal que tengamos que agregar en breve algún nuevo trabajo.

Espero que haya sido de vuestro agrado.


Un saludo.