Bernard
Herrmann
Nueva
York (Estados Unidos), 1911 – 1975.
Hoy trataremos a uno de aquellos genios que se adelantaron a su época para dejarnos con algunas de las composiciones más emblemáticas de la historia del cine.
Autor
que será recordado por su vínculo con dos de los más brillantes directores del séptimo arte de todos
los tiempos: Orson Welles y Alfred Hichcock.
Aunque su relación con Welles será muy temprana, iniciádose antes de su desembarco en la gran pantalla. Con
quien contacta en la Columbia Broadcasting System, cuando el futuro director andaba buscando un
compositor para que escribiera algunas melodías para su programa de radio. Así compondrá, entre otras, la música del hecho radiofónico que
conmocionaría a la sociedad norteamericana en 1938, me refiero a la dramatización
de la obra de H.G. Welles “La guerra de
los mundos”. En la que el otro Welles, Orson, haría creer a los incautos
radioyentes que su país estaba siendo invadido por fuerzas alienígenas.
Pero
no es hasta tres años más tarde, en 1941, cuando el compositor aterrizaría en el
cine. Y nuevamente lo vuelve a hacer de la mano de Welles. Quien en esta ocasión como director,
realiza una de las obras más aclamadas de la historia del cine: “Ciudadano Kane”.
En
ella, si Welles nos relataba magistralmente la vida y ocaso del poderoso e influyente magnate de la prensa
Charles Foster Kane, a quien el mismo interpreta. Personaje que, tras una vida plena de
éxitos y riqueza, terminará por acabar sus días completamente sólo y añorante de la único periodo de felicidad
en su dilatada existencia... su humilde infancia.
El
director, que realiza este retrospectivo relato, a partir de la última palabra
pronunciada por Kane antes de morir: “Rosebud”.
Arrancaría con una soberbia escena inicial su magistral obra.
Pero
si Orson Welles nos brindaba con una fantástica opera prima, nuestro compositor no
se quedaba atrás, dejándonos en su estreno cinematográfico la que posiblemente fuera su obra maestra. Melodía que si el tiempo la ha llevado a la consideración de obra maestra, tan sólo le valdría para obtener la nominación al Oscar.
Inexplicablemente, ese mismo año no se alzaba con la preciada estatuilla por esta gran composición, sino que lo hacía por la del
film “El hombre que vendió su alma” (William
Dieterle) por la que también estaba nominado, y
que, aun siendo una gran obra, no llegaría a tener la transcendencia de la
anterior.
El propio autor diría unos cuantos años más tarde, en 1972: «tuve la suerte de empezar mi carrera con una película como Citizen
Kane, ¡todo ha ido de mal en peor desde entonces!».
Al
año siguiente volvían a trabajar juntos en el film “El cuarto mandamiento”
(Orson Welles, 1942). Obra en la que la intrusiva RKO no permitió al director
realizar el montaje final, y donde, nuestro compositor realiza una alegre
melodía en este melodrama sobre la decadente aristocracia norteamericana de
finales del siglo XIX.
Dejando
atrás el dúo director-compositor, avanzamos y nos vamos hasta el año de 1951,
donde un acertado Herrmann, nos deleita con una melodía futurista que nos
trae a la cabeza aquella que crearía años más tarde Danny Elfman para la
controvertida “Mars Attacks!”(Tim
Burton, 1996), compositor que realiza un claro homenaje a estas primeras bandas
sonoras de películas de extraterrestres, y, lógicamente, a nuestro autor de hoy.
La película en cuestión, es la famosa “Ultimátum a la Tierra” (Robert Wise, 1951). Brillante e innovadora composición por la que sería nominado al Globo de Oro.
La película en cuestión, es la famosa “Ultimátum a la Tierra” (Robert Wise, 1951). Brillante e innovadora composición por la que sería nominado al Globo de Oro.
Pasamos
a 1955, año en el que inicia una fructífera y exitosa relación con el otro gran genio…
el del suspense, Don Alfred Hitchcock. Este año compone para el film del director “Pero… ¿Quién mató a Harry?” una sencilla y alegre melodía con la que consigue acentuar
el humor negro que emana del film.
Al
año siguiente (1956), se afianzaba la relación con la película: “El hombre que sabía demasiado”. Donde,
hay que reconocer, que lo que destacó en el film no fue la melodía de Herrmann,
sino la canción "Qué será, será", interpretada por
la protagonista femenina, Doris Day, y en la que Herrmann no tuvo nada que ver.
Y
llegamos a 1958, donde dicha unión da una de las mejores conjunciones entre
ambos en el film: “Vértigo”. Obra maestra del director, y genial partitura
de tonos opresivos y claustrofóbicos del compositor. Con ellos, Herrmann acompañaba acentuaba la atormentada existencia del protagonista (James Stewart) y a su esquivo amor, encarnado por una bella y despampanante
Kim Novak.
Este
mismo año daría otra gran obra, a la vez que inicia una relación con un género que vería algunas de las mejores composiciones de nuestro maestro. Quien, con un particular estilo, acompañaría
a algunos de los recurrentes filmes de aventuras fantásticas del momento. En esta ocasión, acompañando al marinero más famoso del vetusto y misterioso Oriente Medio. Aventurero que tendría que
enfrentarse a un ejército de seres mágicos y mitológicos en su periplo por salvar a su amada
de las garras del malvado mago que la tenía hechizada: “Simbad y la Princesa” (Nathan Juran,
1958).
Para ello, Herrmann nos seduce con algunos temas clásicos muy enérgicos, y otros, en los
que es bastante más arriesgado, sorprendiéndonos con novedosas melodías como la que acompañaría el “duelo con los esqueletos”.
Siguiendo
con su trabajo para películas de aventuras fantásticas, nos dejará la melodía de la
magnífica adaptación del clásico de Julio Verne “Viaje al centro de la Tierra” (Henry Levin, 1959). En ella, vuelve al empleo de melodías opresivas
y claustrofóbicas que combina con otras enfáticas de aires mágicos con las que nos acompañará durante
el subterráneo viaje, logrando que su música incida sobre el frágil y exultante estado anímico que experimentan sus protagonistas durante su descenso, una mezcla de dispares sensaciones que van
desde la angustia al júbilo a medida que avanzan en su aventura y que Herrmann sabe captar con su música de manera ejemplar.
Sin
salir del año de 1959, nos encontramos con otra nueva entrega para Hitchcock. En
ella nos vuelve a demostrar cómo es capaz de elevar la tensión a la altura que
le exige el genio del suspense. En este caso, para acompañar a un magnífico Gary Grant sumido
en el macabro juego al que lo somete el director cuando interpretó al angustiado
personaje de “Con la muerte en los talones”.
Otro
trabajo representativo, es el realizado para otro nuevo un film de aventuras fantásticas en: “Los viajes de Gulliver” (Jack Sher,
1960).
Pero
si realmente hay una composición del autor que nadie que la haya escuchado en el film pueda decir que la ha logrado borrar de su cabeza es la de uno de los clásicos del terror: “Psicosis” (Alfred Hitchcock,
1960). Para que quede claro el protagonismo de la música de nuestro autor en el
film, os dejaré una cita de Conrado Xalabarder (MundoBSO):
“Cuando Hitchcock acabó de rodar esta
película, se mostró insatisfecho con el resultado y decidió cortar su duración
a una hora para emitirla como un especial televisivo, pero el compositor le
sugirió que se tomase unas vacaciones mientras él componía la música, a lo que
el director accedió. Cuando vio la película con la música, decidió estrenarla y
resultó ser su mayor éxito comercial…
Para la mítica secuencia
del asesinato en la ducha (que Hitchcock, en principio, quería dejar sin
música)… En realidad, el truco de esa secuencia es mucho más sencillo, por ello
más genial: Marion Crane recibe nueve puñaladas; Herrmann le propina al
espectador un total de cincuenta. En el contraste en la percepción visual y la
impresión emocional está la clave de ese caótico momento”.
Como
podemos observar, estamos en los años dorados de Herrman, autor que no parece
tener muchos problemas de inspiración.
Así, para demostrarnos una vez más su talento, en 1961 compone otra gran obra de acompañamiento para otro film del género fantástico-aventuras, se trata de otra adaptación de una novela de Verne: “La isla misteriosa” (Cy Endfield).
Así, para demostrarnos una vez más su talento, en 1961 compone otra gran obra de acompañamiento para otro film del género fantástico-aventuras, se trata de otra adaptación de una novela de Verne: “La isla misteriosa” (Cy Endfield).
Y
un año más tarde haría lo propio con otro thriller “El cabo del terror”
(J. Lee Thompson, 1962), sólo que en esta ocasión no iría de la mano de Hichcock.
En
ella, nos vuelve a dejar una partitura de las que pocos como él han sabido
realizar para el género y que tantos seguidores le ha granjeado. Tanto es así, que en el remake que Martin Scorsese realizaba en 1991 (en ambos casos de título
original “Cape fear”, aquí “El cabo del miedo”), pediría Elmer Bernstein a que no realizara una nueva banda sonora, sino que hiciera una adaptación de la fenomenal composición de Herrmann, melodía que quedaba como tema principal del film. Aunque Bernstein, aparte,
compondría su propio tema original.
1963
volvía a ser un buen año, ya que en ella nos dejaba con la estupenda composición
de otro de esos film de género fantástico-aventuras “Jasón y los Argonautas”
(Don Chaffey). Aquellos, que como uno que les escribe, tengan una cierta edad, se
acordarán de la película en cuestión. Film donde los argonautas liderados por Jasón parten
en busca del Vellocino de Oro y se las veían en su periplo con algunos de aquellos seres
mitológicos que el cine de los 50-60 hizo que cobraban vida: estatuas de gigantes de bronce, cíclopes,
ejércitos de esqueletos y algún que otro dios enfadado.
Y
llegamos a ese fatídico año de 1966, año en el que la relación
Hitchcock-Herrmann se rompe bruscamente y que acaba en un autoexilio del
compositor, quien, tras su enfado, decide deambular por Europa durante ocho largos años.
Todo
comienza con el rechazo del director de la partitura de Herrmann para la
película “Cortina rasgada”, sustituyéndola
por la del británico John Addison. Al parecer, aunque la versión más extendida
sea un cambio en los gustos musicales de los estudios, los cuales parecen
buscar nuevos estilos más comerciales. Todo parece indicar a algo más personal.
Un choque de egos entre ambos genios. Si tenemos en cuenta que Herrmann hace
algún tiempo que presenta un comportamiento antisocial y solitario, no le tuvo
que resultar difícil el poner tierra de por medio y probar suerte en otro lado.
Esto, daría por zanjada la relación director-compositor, dando lugar a un distanciamiento tan radical, que no volverían a mantener ningún tipo de relación durante el resto de sus vidas.
Es
así como nuestro compositor recaba en Europa. Y para demostrar a todo aquel que
pensara que este giro en su vida iba a suponer su final como compositor de
éxito, en esta nueva y nómada faceta laboral que inicia el mismo año de su exilio
(1966) nos deja la gran composición para film británico basado en la novela Ray
Bradbury: “Fahrenheit 451”.
Estupenda
y crítica película social dirigida por el genio francés François Truffaut e
interpretado por la sobria y bella Julie Christie.
En
una sociedad distópica, en la que el poder se ejerce a través de la televisión, y donde, los libros y el librepensar están prohibidos - de hecho, el título se
refiere a los grados Fahrenheit a los que arde el papel- nos encontramos con un
bombero (Oskar Werner) con una función antagónica: quemar libros, quien a su vez se
enamora de una joven de sorprendente parecido a su esposa (Julie Christie), pero
totalmente opuesta en su forma de comportarse. Ella le descubrirá otra realidad
y lo colocará anta la tesitura de elegir entre seguridad o librepensar.
Y
una vez más, el señor Herrmann se vuelve a adelantar a su tiempo. Realizando
una bella obra que nos recuerda a esos temas góticos que Elfman compondrá años
más tarde y con la que nos enmarca esa
sociedad opresiva en la que se desenvuelven los personajes.
Tras
los ocho años de exilio, Herrmann, vuelve a Estados Unidos en 1973, componiendo
varias bandas sonoras en su país, pero, desafortunadamente, no es hasta 1975 cuando vuelve
a encontrar el éxito en su tierra de origen. Lamentablemente, ya era demasiado
tarde.
Pero
no nos adelantemos a los acontecimientos y vayámonos a ese año de 1975. Ya que
este año será muy especial. En él, consigue dos nuevas nominaciones al Oscar
por sendos filmes: “Fascinación” (Brian De Palma) y “Taxi Driver”
(Martin Scorsese).
Si
la primera nos recuerda tanto en argumento como en su melodía al film de su
ahora odiado, el otrora amigo Hitchcock, "Vértigo". La segunda es un cambio radical en su
estilo compositivo. Tanto es así, que se trata de una partitura de corte
jazzístico, estilo musical con el que nuestro compositor nunca se había
enfrentado, pero que por necesidades del guión se ve obligado a utilizar. Como
se trata de un estilo muy alejado al de su trayectoria compositiva, decide
pedir ayuda a su amigo Christopher
Palmer, el cual rescata una antigua partitura de Herrmann y le da el enfoque
que requería el film. A Herrmann le gusta tanto el arreglo que decide emplearlo
como tema principal.
Desafortunadamente,
cuando todo apuntaba a un nuevo despegue en la carrera de nuestro autor, este
fallece justo unas horas después de haber terminado la grabación de la banda
sonora.
Aunque
la melodía no conseguiría alzarse con el Oscar, ni tampoco con el Grammy, sí
consiguió el BAFTA. Lástima que no pudiera asistir a la entrega para recogerlo
en persona.
Y esto ha sido todo, espero que haya sido de vuestro agrado.
Un
saludo.
Madre mía, ¿qué decir de Herrmann? Es tan intensa la aportación al cine de este genio que sobran las palabras. Ciudadano Kane, una de las más grandes de la historia del cine ... Con la muerte en los talones, inolvidables momentos visuales remarcados magistralmente por la música ... Psicosis, para qué hablar del sonido en la famosa escena de la ducha ... Farenheit 451, increíble y originalísima película ... etc. Un genio este hombre.
ResponderEliminarMe alegra que piense eso amigo Romero Landa, esta vez sí que estamos totalmente de acuerdo, jajaja.
ResponderEliminarUn saludo.